El lunes por la tarde hubo un instante en el que la Tierra pasó por un punto de su órbita desde el cual el centro del Sol cruzó el ecuador celeste en su movimiento aparente hacia el norte. Cuando esto sucede la duración del día y la noche prácticamente coinciden: es primavera. Ésto, que se llama equinocciovernal, suele ocurrir, astronómicamente en el hemisferio Norte, entre el veinte y el veintiuno de marzo y toda la estación meteorológica transcurre ente los meses de marzo, abril y mayo.

Además, ésto ocurre así desde que en la cultura persa hace casi tres mil años le pusieron nombre: el Favardín; que a la vez es el día uno de su calendario. Aunque todo puede caer en la nada si entendemos que según el cálculo solar la primavera empieza el uno o dos de febrero, el día de la Candelaria de los cristianos o lo que para los celtas, paganamente, era el Imboloc, el festival del fuego: nada es casual.

En sentido estricto, lo que ocurre es que el eje de la tierra aumenta su inclinación con respecto al sol y la duración de la luz diurna y el calor aumentan; y la nieve comienza a derretirse llenando el caudal de los arroyos a la par que las plantas con flores florecen en una larga sucesión de colores que anuncian la venida del amor. Incluso la venida de las tormentas y de las lluvias, que aparecen cuando el aire polar empuja, hacen que ésta estación sea lo más parecido a eso mismo: lo más parecido al amor.

Pero la primavera es más. Sara me dijo el otro día mientras nos achicharraba el primer sol de esta estación naciente que sí; que se unía a un proyecto que le propuse y que probablemente sea imposible o casi imposible de realizar: y se comprometió. Aquello fue un arrancarse a la oscuridad del invierno, el Ser, la Aletheia de los griegos. El compromiso de una persona en la primavera de su vida es ver como la nieve se derrite tras el invierno y los ríos llenan su caudal arrastrando todo lo malo  desde el fondo hasta el mar, es decir, Sara es la Primavera.

El lunes que fue el primer día de la primavera o casi el primer día de la primavera Juan y Emilio vinieron a desayunar a mi casa y sentados en mi cocina después de que todo se cayera reímos hablando de cosas banales o no tan banales pero que son banales sobre todo después de que todo se haya caído y de que la vida te mire a la cara diciendo, aquí estoy yo. Y además dando la impresión de estar intacto o casi intacto.

Esta semana he visto como mi padre volvió a sembrar el rosal en el arriate del patio de la casa de la abuela después de haberlo arrancado hace más seis meses y haberlo cuidado y mimado durante todo ese tiempo: tiene un brote verde que busca la luz y el calor del sol. La primavera no es renacer solamente, que también, es la luz arrancada a la oscuridad: como Sara, como Juan, como mi padre y mi madre regando el rosal en una casa que no es nueva pero ha renacido. Como tú mirándome a la cara y diciéndome, qué suerte. Y ésto y más es todo lo que ocurre cuando la Tierra pasa por un punto de su órbita desde el cual el centro del Sol cruza el ecuador celeste en su movimiento aparente hacia el norte. Y ocurre. Ocurre que es Primavera.