Son estos días muy duros, pero lo son aún más para las personas que combaten contra la enfermedad, contra el coronavirus. Hay quienes lo hacen ingresados en un Hospital y otros aislados en sus viviendas, entre el primer grupo de personas se encuentra Blas Rojo, un pozoalbense que el lunes se topó de lleno con un diagnóstico positivo y desde entonces se encuentra ingresado en el Hospital Valle de Los Pedroches de Pozoblanco. 

Blas nos coge el teléfono con ánimo y nos cuenta que no se encuentra mal, que no tiene muchos síntomas más allá de la fiebre. Lleva ingresado desde el pasado lunes, pero se empezó a sentir mal unos días antes. «El viernes tuve 39 de fiebre y me asusté, llamé a los teléfonos de Salud Responde y me dieron cita para el lunes con mi médico. El lunes me volvieron a llamar, a hacer preguntas para ver los síntomas que tenía. A los diez minutos me volvieron a llamar para decirme que me enviaban una ambulancia porque tenía que hacerme una radiografía», explica. 

Después de esa radiografía, Blas se enfrentó a un positivo ante el que «me asusté un montón, me entró miedo, es algo que no se puede contener». Luego tocó un ingreso que comparte, desde ayer martes, con otra persona que también ha dado positivo por Covid-19 y juntos sobrellevan las horas como pueden. Porque el paso de las horas y el estar solo pesa y «es lo que peor se lleva, aunque gracias a las tecnologías lo llevamos mejor». 

«Hacemos videollamadas, nos vemos mucho y mucho rato, hablamos con la familia, los amigos y también ponemos la tele, que estos días es gratis, eso que ganamos», dice con humor. El contacto con el personal sanitario es mínimo, «nos dejan la comida en la puerta, cogemos nosotros la bandeja, nos comunicamos por interfono y tan solo vienen las enfermeras si las necesitamos», afirma tras indicar que «hay mucho protocolo, yo creo que donde estamos ingresados está organizado para los casos positivos». 

De momento no sabe cuándo podrá irse a casa porque está pendiente de otras placas y unos resultados que pueden llegar en siete u ocho días, según relata, por lo que no le queda otra que tener paciencia. En casa, se queda una familia que «siguen todas las precauciones, están sin síntomas, pero llevan a rajatabla las indicaciones relativas a la higiene del lavado de manos y eso y, por supuesto, no salen de casa». Ambas partes esperan ver a la otra, de momento, hay que conformarse con las videollamadas, que ayudan para dejar la soledad a un lado.