Una larga conversación de verano sobre cine francés fue el germen de «Cine francés para nostálgicos. 80 películas imprescindibles«, un libro escrito por Serafín Pedraza y Lucas Torres y que ayer presentó el primero en el Mirador del Teatro «El Silo» de Pozoblanco. Esa noche de verano ha quedado resumida en más de trescientas páginas, en ochenta títulos que podrían haber sido muchos otros pero donde aparecen nombres vitales del cine galo como Jean Renoir, Jean Gabin o François Truffaut.

Serafín Pedraza esbozó la idea de un libro que se presenta a través de un esquema muy sencillo, al prólogo del profesor Arnaud Duprat y a la introducción de los propios autores le siguen el análisis de cada film con una ficha técnica, una sipnosis y un amplio comentario. Pero detrás de esa sencillez se atisba un arduo trabajo que nace, primeramente, de una selección entre unos veinte mil títulos que se realizó bajo dos parámetros, uno puramente académico y que aglutina a las películas que están ligadas irremediablemente al cine francés, y un segundo donde ya se apuntan aspectos más subjetivos pero que permiten «reconocer a películas que han sido injustamente olvidadas».

A lo largo de su intervención, Pedraza apuntó también las razones que le llevaron a centrarse en el cine francés. Así, además de su vinculación con un país en el que vivió dieciocho años, esos argumentos se remontaron a 1895 y al invento de los hermanos Lumière, el cinematógrafo y a esa primera película, «La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir» (Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir). Un germen del que se cumplirán 125 años en el año 2020, una cifra que los autores quisieron homenajear llevando la selección hasta los 125 títulos en lugar de 80, aunque finalmente la editorial optó por la segunda opción.

El atractivo de esta obra, más allá del acercamiento que propone al propio cine francés, es que puede servir de guía tanto para eruditos en la materia como para aquellos que quieran adentrarse en la historia cinematográfica francesa. Y es que no se trata de un libro que entre sus atractivos presenta la posibilidad de unir la lectura con el cine más allá de las palabras. «Una historia que de momento no tiene fin, elevada al rango más alto: el de la vida misma. Un primer paso decisivo para entrar en una inmensa sala de proyección en la que nos esperan todos los mitos de tiempos más o menos pretéritos, que tienen en común la inmortalidad, lo único que permite vivir incluso contra los ataques del reloj universal, y a veces la desidia de la memoria«.