Este jueves 11 de febrero los medios de comunicación se han hecho eco de un manifiesto -y cito textualmente- firmado por 185 intelectuales y exdirigentes del PSOE en el que se critica abiertamente tanto la actitud como las declaraciones del Sr. Vicepresidente Segundo del Gobierno de España, Pablo Iglesias. Tales declaraciones hacían referencia a que “en España no existe normalidad democrática plena porque hay políticos presos”. En este documento se argumenta la deriva populista del líder de Unidas Podemos y miembro del Gobierno, actitud que está haciendo mucho daño a la normalidad institucional tan necesaria entre los que ocupan puestos de tan alta responsabilidad.

Antes de analizar lo que se argumenta tanto en el susodicho manifiesto como en el artículo que aparece en ABC (hay que leer diarios de todas las tendencias) tengo que clarificar que, entre los intelectuales aparecen nombres como José Luis Corcuera, por lo que primero habría que pedirle a este diario que definiese el término “intelectual”, porque a mí hay algo que se me escapa. Igualmente habla de exdirigentes del PSOE pero yo no he podido reconocer más allá de tres de ellos entre toda la lista, siendo además conocidos últimamente por las rajadas contra Pedro Sánchez en tertulias de medios con tendencia (dejémoslo ahí) a escorarse hacia la derecha. Por cierto, también aparecen en la lista de firmantes personajes como la recientemente defenestrada por su partido por estar demasiado a la derecha, Cayetana Álvarez de Toledo. Pero todo esto es lo de menos.

Entrando en el fondo del manifiesto, quiero decir que estoy absolutamente de acuerdo con lo que se expone en él casi en su totalidad (al menos en la primera parte). Se habla de desprestigio del nombre de España a nivel internacional, de injurias a nuestro sistema judicial, de deslealtad a sus socios de gobierno, de chabacanería intelectual y moral, de los halagos de este político a los terroristas, de su populismo y de que debería renunciar a su puesto, un puesto en un sistema que desprecia y traiciona día sí y otro también. Igualmente se analizan sus nulos resultados desde que está en el gobierno y su único interés en socavar a su socio en las tareas de gobierno. Incluso yo añadiría (y esto es de mi propia cosecha) que una prueba de la fuerza de nuestra democracia es que, alguien como él ha llegado a Vicepresidente del Gobierno y se le permite hacer ese tipo de declaraciones. Absolutamente de acuerdo hasta aquí. Hasta aquí.

En el último párrafo piden su cese y, dicho lo dicho, parecería normal que si estoy de acuerdo con lo que dicen, la conclusión lógica sería apoyar el cese de este político, pero no, no lo estoy.

En este mundo tan dinámico en el que vivimos, en el que recibimos tanta información por múltiples vías (informativos, tertulias, diarios, redes sociales, …) tenemos tendencia a olvidar lo que hemos vivido, máxime cuando nuestra principal preocupación -lógicamente- es esta maldita pandemia y todo lo que conlleva. Quizás a alguno se le ha olvidado que desde que en mayo de 2018 Mariano Rajoy fue destituido como Presidente del Gobierno tras una moción de censura, estuvimos prácticamente sin gobierno de la nación hasta la conformación del mismo en enero de 2020. Fueron casi dos años con presupuestos prorrogados, con dos procesos electorales en 2019, con gobierno interino, sin renovación de Consejo del Poder Judicial, sin aprobar ninguna ley de importancia, con inestabilidad en las instituciones y en todos los órganos de gobierno del Estado. No se nos debería olvidar. La falta de liderazgo, la incertidumbre, la inestabilidad en un país es algo peligroso. Crea desasosiego, los mercados lo notan y la economía se resiente.

Y todo esto viene a colación del solicitado “cese”. ¿Alguno de los firmantes del manifiesto ha pensado qué ocurriría si ese cese se produce?. Pues es muy simple. Gobierno en franca minoría susceptible de una nueva moción de censura o de una renuncia por parte del ejecutivo ante la evidente imposibilidad para gobernar y legislar por la falta de apoyos en las cámaras.

Y vuelta a empezar. Mayo de 2018. Pero en 2021.

Es evidente que los firmantes del manifiesto no tienen la responsabilidad de gobernar, de tomar decisiones que afectan a 47 millones de personas. También es evidente que el que más ganas tiene de quitarse esta carga de encima es el propio Presidente del Gobierno. Pero es mi deseo que su sentido de la responsabilidad hacia su país lo haga serenarse, respirar hondo cuando vea esas actitudes de su Vicepresidente e intente atarlo en corto para que esa inestabilidad que se genera no llegue a mayores. Es difícil su posición, pero lo lleva en el cargo. Seguramente alguno pensará que se lo tiene ganado por formar gobierno con alguien así, que desde luego no ha engañado a nadie, pero también es verdad que después de los dos años pasados y de dos procesos electorales, no formar gobierno hubiese sido una debacle para nuestro país, un desastre.

Una apreciación muy particular es que en este país, durante la transición y en los años posteriores, se necesitaban políticos con capacidad de gestión, porque se vivían años convulsos de falta de libertades, de pensamientos arcaicos y muy extremos. Creo que lo que necesita ahora son gestores con visión política, que le solucionen los problemas cotidianos a los ciudadanos, su día a día. Por eso alguno sobra en este gobierno pero no es momento de echarlo sino de hacerle entender que no hay mejor política que unos buenos resultados de la gestión.

La Presidencia del Gobierno es una institución dotada de una soledad (aunque no lo parezca) enorme, soledad imperceptible para los demás, porque conlleva un ejercicio de responsabilidad incomparable con el resto de cargos, porque no tienes a nadie a quien acudir ni trasladar cargas porque la tuya es la última del escalafón. Espero y deseo que ese sentido de responsabilidad sea ejercido de forma comprometida y plena y que no se deje llevar por presiones que, no lo olvidemos, son interesadas y exentas de compromiso.

Respecto a los que, aprovechándose de su situación privilegiada, atentan contra la dignidad de nuestras instituciones criticándolas y ofendiéndolas, poniendo en entredicho la fuerza de nuestra democracia, mientras se aprovechan de ella y de aquellas, yo les pediría que se callasen y que, si no quieren trabajar, al menos que no molesten.