El acceso al mercado laboral, la inclusión, el avance en la autonomía personal, la mejora en la calidad de vida o el bienestar son algunos de los retos que viene marcándose día a día la Fundación Prode desde hace ya treinta y cinco años. Bajo la misión de mejorar la calidad de vida de cada persona con discapacidad intelectual, promover la inserción laboral de esas personas para que dispongan de las mismas oportunidades, con una visión de ser una organización que genera confianza y resultados a su entorno, y con la justicia social, universalidad, honestidad, compromiso, empatía y calidad como algunos de sus valores, se aglutina la actividad de una Fundación que a día de hoy acumula un importante número de empresas como paraguas para conseguir ese acceso al mercado laboral. Pero más allá, en ese día a día, también se encuentra una cartera de servicios centrada en la infancia y juventud como centro de apoyo en la etapa educativa o centro de atención infantil temprana; la inserción socio laboral; el trabajo con personas adultas a través del Centro de Día Ocupacional, las residencias o las viviendas tuteladas, cerrando el círculo con los servicios en el Centro de Día de Mayores o la Ayuda a Domicilio. El ocio, el voluntariado o la tutela son otros servicios y programas que la Fundación viene desarrollando.

En ese conglomerado de servicios y programas que aglutina la Fundación aparece desde hace algo más de un año el de Vida Independiente, un servicio que ofrece orientación, formación y apoyo a las personas que viven o aspiran a vivir de forma independiente. Alejando del concepto de vivienda tutelada donde los usuarios tienen apoyos constantes, las personas incluidas en el proyecto ‘Como en casa’ reciben apoyos intermitentes para lograr seguir las directrices y pautas marcadas destinadas a la autodeterminación, normalización e inclusión en la comunidad de las personas con discapacidad intelectual. En definitiva, se trata de ofrecer a las personas cuyas expectativas se centran en alcanzar esta cuota de independencia una herramienta para progresar promoviendo una participación activa en todo el proceso que favorece la toma de decisiones en materia de emancipación. Se trata, por tanto, de que las personas incluidas en el programa sean protagonistas de su propia historia.

Vida independiente

Y protagonistas de esa historia están siendo Ricardo Corbo y David Pedraza, dos personas con discapacidad intelectual que forman parte de la Fundación Prode y que desde hace dos meses también son compañeros de piso. Cada uno con su historia, con su trabajo, con su realidad, pero unidos por un proyecto en el que están marcando el camino que quieren seguir. Ricardo Corbo es natural de Peñarroya, pero desde hace algún tiempo pasa más tiempo en Pozoblanco gracias a su trabajo en el lavadero de coches de Muser Auto. Hasta allí se desplaza cada día para cumplir con su horario laboral, con sus obligaciones y su responsabilidad. Lleva más de un año y medio recibiendo a clientes que asegura que se marchan “muy satisfechos” con la limpieza que hace de sus vehículos. Al principio, conducía todos los días de lunes a viernes a Peñarroya, pero le llegó la oportunidad de entrar en el proyecto ‘Como en casa’ y no se lo pensó.

“Mi vida ha cambiado totalmente, yo antes tenía un taller que tuve que cerrar porque estaba mal de trabajo, el mundo se me cayó”, explica Ricardo en un lugar de trabajo que “me ha devuelto la vida”. A esa rutina hay que unirle la que realiza en casa, en ese piso que le ha dado la oportunidad de poder vivir alejado de la tutela familiar por primera vez. “Es la primera vez que vivo solo, sin mi familia, ahora puedo buscar una casa para vivir sin nadie, es importante y nos va muy bien teniendo en cuenta que tenemos que seguir unas pautas para dejar las cosas bien ordenadas y limpias”, relata. Esas pautas, esas herramientas y directrices son facilitadas por un técnico de inclusión sociolaboral, que sigue tanto los avances en el campo laboral como en el personal.

Uno de esos técnicos es Alfonso López que cuenta como el proyecto de Vida Independiente también está enfocado en el trabajo con familias con los progenitores ya mayores y que encuentran dudas en el futuro de sus hijos con discapacidad. “Estamos trabajando también con personas con discapacidad intelectual que viven en sus casas con sus padres, otro tipo de casos”, puntualiza. Cada caso se estudia de manera personalizada, con una evaluación de las necesidades de apoyo de la persona utilizándose como marco de referencia las ocho dimensiones de calidad de vida: bienestar físico, bienestar material, bienestar emocional, inclusión social, desarrollo personal, relaciones interpersonales, autodeterminación y derechos. Esa evaluación permite avanzar en el desarrollo de un plan individualizado de apoyo que debe ser realista algo que se consigue estableciendo prioridades.

Esa teoría luego se hace práctica en casos como los de Ricardo, que nos recibe en el piso que comparte con David. Ricardo acaba de llegar de trabajar y se prepara para descansar antes de volver a sus tareas. En la tarde del viernes también le toca seguir revisando coches para “determinar si necesitan una limpieza profunda o no y abrir la correspondiente orden”. Luego se marchará a Peñarroya porque el fin de semana lo aprovecha para visitar a su familia, allí el tiempo también se le pasa “volando” porque “me llaman mucho porque soy voluntario de Protección Civil y me piden que vaya a un sitio u a otro”. Si no hay llamadas siempre queda “dar paseos con mi moto” hasta que el domingo vuelva al hogar compartido en Pozoblanco.

La historia de David

Allí le esperará David Pedraza que asegura que “nos llevamos muy bien, hemos congeniado”. David llegó a la Fundación Prode en 1999 después de haber estado en centros de menores y ha pasado por varios estadios hasta alcanzar esta cuota de independencia. Internado primero y en viviendas tuteladas después, ahora en este proyecto David está encauzando de nuevo su vida, poniéndole orden, después de algunos años viviendo solo sin supervisión en los que llegaron “algunos problemas”. “Al principio estaba un poco receloso porque no es que no quisiera venirme, es que no sabía cómo iba a ser el vivir con una persona que no conocía de nada, pero después de unas semanas pues vimos que nos llevábamos bien”, cuenta.

David encuentra en este proyecto un puntal fundamental para su vida porque rehúye de las condiciones impuestas, le gusta tomar sus propias decisiones y no sentirse encorsetado. “Quiero realizarme como persona, no quería estar en un sitio con horarios tan marcados y el concepto de vivienda tutelada es que es muy diferente. Ahora estoy bien porque me dan unas indicaciones, unas pautas para ir mejorando y todo lo que sea beneficioso para mí pues lo recibo bien. Me han hecho venir a un piso limpio, estoy conviviendo con una persona que es maravillosa, así que se lo agradezco”, nos cuenta en el salón de su vivienda donde descansa después de su turno de noche. Y es que David trabaja en el Centro de Vehículos Pesados de Pozoblanco donde se encarga de “vigilar, que nadie se cuele, apuntar remolques y echar un vistazo en general”. Un trabajo que le lleva a tener semanas donde trabaja de mañanas, de tarde y otras de noche. De momento, David se siente en el camino adecuado para poder cumplir sus expectativas y acabar viviendo en un piso “sin protección” pero con las ideas claras a través de las pautas adquiridas gracia al trabajo realizado en este proyecto de la Fundación Prode.

Dejamos a Ricardo y David en su vivienda, cada uno con sus tareas, con esa historia que esa la suya, pero con el convencimiento de que aquel objetivo inicial que Prode se puso en la base de su nacimiento ha avanzado mucho hacia su consecución. La palabra inclusión ha alcanzado otra dimensión, las personas con discapacidad intelectual reconocen que “la sociedad está más preparada” para esa inclusión total. Obviamente queda camino por recorrer, pero la Fundación Prode sigue dando pasos para conseguirlo a través de dos pilares básicos: el acceso al mercado laboral y la autonomía personal.