La pandemia del Covid-19 ha supuesto un parón en la vida de millones de personas, cada una la ha vivido de una manera propia y diferente. Muchos la han sufrido en sus propias familias, y otros han escapado del virus sin tener que lamentar pérdidas personales. Incluso, hay para quien esta pandemia ha servido como un revulsivo para volver a los orígenes, a la familia, a vivir de una manera positiva este traspiés que nos ha dado la vida.

Rocío García es una emprendedora pozoalbense para quien la pandemia ha supuesto un parón en su negocio, pero que, que también le ha servido para regresar a su pueblo natal con su familia y vivir acompañada de los suyos esté paréntesis laboral. Una pequeña etapa que le ha valido, de igual forma, para volver a cambiar sus prioridades en la vida, sacar  y saber ver el lado positivo de esta pandemia que nos ha dejado en ‘stand-by’. Su historia puede ser la de cualquier emprendedor, sin embargo hay aspectos que la hacen muy diferente ya que su negocio está en la isla de Koh Tao (Isla Tortuga) en Tailandia, y su familia en Pozoblanco.

No es la primera vez que Rocío da un vuelco a su vida y rompe con lo establecido para lanzarse a la aventura sin paracaídas. Ya lo hizo en una ocasión, cuando siendo directiva de una agencia de publicidad en Madrid, comenzó a descubrir y enamorarse del buceo. Este nuevo amor por el deporte acuático le llevó por distintos puntos de la geografía nacional e internacional para su formación. Pero fue durante su experiencia en las islas Maldivas, donde fue a pasar unas vacaciones en las que vivía en un barco para bucear por diferentes rincones, cuando decidió que esa sería su nuevo proyecto vital y laboral.

Tras solicitar una excedencia en el trabajo para conocer el sudeste asiático, ya no pudo volver a España. Su trayectoria profesional en el marketing le permite conocer las posibilidades que tiene crear una escuela de buceo en la Isla Tortuga, y allí montó, junto a dos socios más, La Bombona Diving’, que ya lleva en funcionamiento 8 años. En ese tiempo, además de formarse profesionalmente, ha acabado siendo la única propietaria del negocio, con varios empleados a su cargo, y es que la isla es el lugar elegido por los turistas para la práctica del buceo, además de ofrecer distintas experiencias relacionadas con el deporte acuático.

La fortuna y su trabajo ha querido que el negocio vaya viento en popa, y que se llegue a tener hasta 30 personas al día para practicar el buceo, pero es que, además, Rocío consigue formar en tierras tailandesas su propia familia tras conocer a Brian, de origen escocés. Una familia que hace cuatro años se amplió con la llegada de la hija de la pareja. Sin embargo, 2020 fue el año que sacudió los cimientos de todo el mundo y Roció no fue ajena a esta realidad. 

La explosión de la pandemia

La pandemia lo cambió todo y Rocío ha sabido encontrar otro tubo de oxígeno. Se cierran las islas de Tailandia, se cierran las fronteras, y, por tanto, se cierran los negocios ante la falta de turistas. En estos largos meses, su marido decide irse a trabajar a Glasgow, mientras ella y su hija permanecen en la isla. Pero un acontecimiento familiar en Pozoblanco hace que Rocío García vuelva a su tierra y decida quedarse aquí por nueves meses, esperando que Tailandia vuelva a abrir las fronteras al turismo. Algo que según comenta Rocío está sucediendo de forma escalonada, se espera que para el mes de octubre se vuelva a abrir al turismo, exigiendo una PCR y con una cuarentena de 14 días en un hotel antes de salir a las islas, para tener controlado que el virus no se extienda. No ha sido hasta hace 3 meses cuando se han conocido casos positivos en las islas.

Mientras esta apertura hacia una vida «normalizada» acontezca, Rocío ha decidido quedarse en Pozoblanco, ayudando en el negocio familiar y escolarizando a su hija para que aprenda bien el idioma y conozca los orígenes familiares. Aunque aún le resta pasar por Escocia una temporada, para disfrutar de su familia política.

A pesar del contratiempo que ha supuesto para la empresa de Rocío en Tailandia, que ahora está siendo atendida por uno de los empleados, ella disfruta de la estancia en su pueblo natal, con su familia y recordando de donde partió un día para ser la persona que hoy es, la que ha aprendido a vivir con lo justo, la que es generosa con los migrantes birmanos que llegan a Indonesia y la que está deseando volver a sumergirse en las aguas tailandesas para vivir de su pasión, el buceo. Y a pesar del parón vital que ha supuesto la pandemia del Covid, ella reconoce que esto le ha permitido reencontrarse con la familia, cargarse de energía, y confirmar que la decisión que tomó hace ocho años sobre su proyecto vital, era la acertada.