Fue en el pleno de septiembre cuando el portavoz del PSOE, Rafael Villarreal, hizo mención a una mala relación entre el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Pozoblanco. Las discrepancias entre el alcalde de Pozoblanco, Santiago Cabello, y su concejal de Personal, Gerardo Arévalo, ya habían traspasado las paredes de la esfera interna del equipo de gobierno. Evidentemente, y como tocaba, esa hipotética crisis fue desmentida como algunas otras a lo largo de estos últimos años, pero el caso que nos ocupa es totalmente diferente, como se ha demostrado con los últimos acontecimientos. 

Un mes y medio después de la constitución del Ayuntamiento, Gerardo Arévalo ya hizo el primer intento de dimitir entendiendo que no tenía autonomía para su trabajo y ante situaciones que no concebía propias de la gestión. La dimisión se paró en seco porque, entre otras cuestiones, era muy difícil de explicar que el número 3 de una lista electoral causara baja cuando ni tan siquiera habían transcurrido dos meses del mandato. Pero ya se habían roto cuestiones complejas de restaurar. 

Si las discrepancias internas ya eran públicas, faltaba poco para que viera la luz la cuestión de fondo: el concejal de Personal se mostró contrario a callar una posible irregularidad ante el pago a nóminas a un joven que no había prestado sus servicios al Ayuntamiento, un tema que conocía y que viene del mandato anterior. Según sus explicaciones, intentó que esa situación se resolviera sin pasar a mayores emitiendo verbalmente las acciones que se tendrían que haber tomado. Ante el silencio, decidió abrir un expediente y dejar constancia por escrito de todo ese proceso. 

Los resultados, hasta el momento, son dos: comisión de investigación y el cese de Gerardo Arévalo de sus funciones. Ahora es un concejal sin cargo dentro del equipo de gobierno, pero todo apunta a que esta situación también variará si se aplica la lógica. Antes del cese firmado por el primer edil pozoalbense, las peticiones de dimisión a Arévalo han sido reiteradas y han llegado desde el propio alcalde, pero también de instancias más altas. La respuesta siempre la misma, no a una dimisión que podría dejar en entredicho la honestidad de alguien que entiende que ha actuado conforme a esa máxima y a la ley. 

No es la primera crisis a la que se enfrenta Santiago Cabello por discrepancias con sus ediles, aunque hasta la fecha todas se habían dirimido con el silencio. Esta vez era imposible de tapar y el cese se ha querido revestir de una «reorganización» que deja fuera del juego a quien ha denunciado una posible irregularidad. Ahora queda ver qué ocurrirá con el futuro de Gerardo Arévalo, si hay otras cuestiones que hayan dilatado en el tiempo el cese y que se haya producido en este momento y escuchar las versiones de ambas partes. Un cese con el fondo que hay necesita de explicaciones, al menos por higiene democrática y luego, cada cual, que saque sus conclusiones. En el argumentario quedará, a buen seguro, las diferentes formas de entender la lealtad.

Por tanto, el final de la historia todavía no está escrito pero sí un inicio que empezó cuando se conocieron los nombres de las personas que formaban la lista del PP para las elecciones de mayo del año pasado. Ahí se «coló» en el número 3 Gerardo Arévalo, un abogado hasta la fecha inédito en el terreno político que consiguió la confianza de Cabello. Hoy ocurre todo lo contrario.