A mediados de los años 50, el ministro franquista José Solís visitó Los Pedroches con motivo de ciertas inauguraciones. El Noticiario Documental (NoDo) cubrió los actos y el discurso que  pronunció el político egabrense en el campo de fútbol Nuestra Señora de Luna de Pozoblanco. En una de las pancartas que llevaban los vecinos se puede leer: “Pedimos resolver el problema del agua”. La pertinaz sequía de los años 40 obligó al desarrollo de ingentes obras hidráulicas pero Los Pedroches quedó fuera del programa. Ya entonces, mediado el siglo pasado, se hablaba de La Colada como enclave idóneo para un embalse, pero han pasado 70 años y todavía no podemos beber agua del grifo proveniente de ese pantano. Solís vino cuando mi padre era un niño, el Rey Juan Carlos -al que también le pidieron agua en su visita del 76- cuando yo estaba recién nacido y la niña de la foto de Sabino Luna asiste a la prueba del porteo de cántaros de las Olimpiadas Rurales de Los Pedroches sin la conciencia -todavía- del simbolismo que representa la dificultad que en estas tierras ha tenido siempre llevar el agua a casa. Las tres generaciones, la de mi padre, la mía y la de la niña han visto pasar una dictadura, el retorno de la democracia, siete presidentes del Gobierno, otros tantos de la Junta e incalculables alcaldes y presidentes de la Diputación y hoy el agua es más problema que ayer porque las necesidades son más y los recursos de cada uno de nosotros se me antojan más limitados para acceder a ella. Ya no existe el pozo en la casa de cada uno como antaño. Para más inri, el icónico cántaro de las Olimpiadas Rurales se ha sustituido por la cotidianeidad garrafas de plástico y ya ni siquiera tenemos una imagen romántica del recipiente de barro sobre nuestras cabezas.

Todo este relato generacional queda representado con un leiv motiv: el del olvido. La desidia. Las decisiones políticas, los errores de gestión, los cálculos mal ejecutados se pueden incluso perdonar, pero el olvido no. La indiferencia, menos. No ocurre sólo en Los Pedroches. Cada día que pasa tengo más claro que el mundo rural está al margen por más que se suela hablar de la despoblación, de la falta de servicios, del envejecimiento de los vecinos, de la escasez de oportunidades, del cada vez más difícil relevo generacional en determinadas actividades. Y lo rural está al margen porque no consume, porque no interesa, porque no compensa, porque vota en minoría. Lo rural es terreno convertible en espacio para horribles placas solares y antiestéticos molinos de viento. Vivimos una era de debates políticos estériles, a medio camino entre el postureo, la polémica, la satisfacción del lobby propio… pero los temas transversales, que no tienen ideología, como los problemas del rural no aparecen y si lo hacen surgen a partir de propuestas que apenas tienen presencia en el debate global o surgen manipuladas desde el interés puntual.

Hacen falta espacios de consenso sobre temas como la política hidráulica, los regadíos, la gestión forestal, los recursos agrícolas y ganaderos, la rehabilitación de viviendas en despoblados, la generación de empleo de calidad, la simplificación de la burocracia, la inmigración y la reimplantación de servicios. España y los países del sur de Europa corren el riesgo de convertirse en un yermo improductivo si no se afrontan estos retos íntimamente ligados al territorio rural. No pueden caer en olvido porque si no seguiremos viendo la triste dicotomía que se ha producido en la última semana y media en Los Pedroches, con dos caras muy distintas, y ahí tenemos que cargar con nuestra responsabilidad de ciudadanos. Me refiero sobre todo al caso de los más jóvenes. Mientras la manifestación organizada por la Plataforma Que pare el tren en Los Pedroches, aprovechada para reivindicar la resolución del problema del agua, apenas congregaba apenas a varios centenares de vecinos –casi todos de edad avanzada-, las Olimpiadas Rurales de Los Pedroches han registrado un récord de asistencia, que por momentos ha desbordado la capacidad de los recintos donde se organizan las pruebas. Es evidente el olvido de lo rural en el debate político pero quizá sea  así porque ya apenas existe capacidad de movilización. Se ha perdido. La mayoría  de esos jóvenes son de Los Pedroches, sin embargo, terminado el fin de semana se van fuera a estudiar o a trabajar. Otros se quedan, pero la fortaleza de un evento como el de Añora contrasta con que apenas existen el compromiso y/ o la confianza necesaria para pensar que otra comarca es posible si se enfocan los esfuerzos hacia la reivindicación bien entendida. Dicho de otro modo, la fortaleza demostrada por las OORR debe hacernos recapacitar sobre las posibilidades que tenemos si se genera una idea de comarca potente para avanzar en distintos ámbitos.  

Por eso, la foto de Sabino está cargada de simbolismo, porque tenemos que despertar la conciencia de lo que somos y de lo que será nuestra tierra cuando la niña de la foto sea adulta. Ojalá el porteo de cántaros ya sólo sea una reminiscencia convertida en espectáculo, porque, a día de hoy, y es lo increíble, sigue siendo una necesidad, pero con forma de horrible garrafa.   

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