«Mirad que día nos ha regalado el señor», dice Francisco José Linares a una cuadrilla que acaba de dar sus primeros pasos bajo el paso de «La Borriquita», que ya deja atrás la que es su casa, el Colegio Salesiano, para realizar su entrada triunfal en Pozoblanco, recreando la entrada de Jesús en Jerusalén. Rodeado de niños y niñas, de palmas y olivos, del incienso que ya se deja oler en muchas calles y rincones de Pozoblanco, olor a Semana Santa.

Bajo un sol imponente, a las cinco y media de la tarde la puerta de la iglesia salesiana se abría y en la Plaza Padres Salesianos se dejaban ver las primeras hebreas, los niños ataviados con la túnica y el fajín rojo que dan colorido a una procesión donde también se ven a los primeros nazarenos de la Semana Santa 2015. Con delicadeza, como si cada pisada fuera una caricia, los costaleros empiezan a acercar a Jesús a las personas que se agolpan para ver sus primeros pasos.

Por delante queda el resto del camino, un camino que se anda con el acompañamiento musical de la Agrupación Musical «La Soledad» -encabeza la procesión otra banda, la del Colegio Salesiano- que marca el paso a seguir en cada calle donde «La Borriquita» es recibida y acogida con cariño por la gente que se aglutina en cada rincón del itinerario en una procesión que emula a aquella entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, días antes de la traición, del calvario. Pero hoy es día de alegría.

Alegría que se deja notar en el acompañamiento de los más pequeños, en momentos mágicos del recorrido como la bajada de la calle José Estévez donde el camino se estrecha, el paso por la Vicente Aleixandre, la llegada a una Plaza de la Iglesia que deja estampas hermosas, la primera Carrera Oficial y el último tramo del camino, común a todas las procesiones de la familia salesiana, el paso por la calle Andrés Peralbo que marca los últimos compases musicales, los últimos movimientos de las palmas y las ramas de olivo, los últimos pasos antes de devolver a «La Borriquita» a casa, antes de quitarse el fajín y el costal, antes de que lleguen los abrazos y la emoción por haber cumplido cada uno con su deber, por haber disfrutado de un Domingo de Ramos más, especial, como todos.