Cuando descubrí ‘El cuadro del dolor’ (Editorial Renacimiento, 2016), escrito por la poeta pozoalbense Ana Castro, fue como llegar a casa, porque hay libros que son ese hogar al que siempre quieres regresar, como un abrazo, dolorosamente hermoso. Entonces —acababa de ganar el Premio Solienses—  Ana me contó que “ante el dolor sólo cuenta lo importante y la belleza”. Estaba empezando a descubrir que su talento (inmenso) está a la altura de su generosidad. Y de su compromiso. Nos hicimos amigas, entre poesía, feminismo, Toffee y Luna, porque, como me dijo alguna vez, “sólo juntas podremos luchar por la igualdad, pedir respeto y justicia… salvarnos en un contexto en el que el patriarcado pelea con todas sus armas para mantenernos aisladas y continuar legitimando así los privilegios de los hombres”. Hoy, que es 8 de marzo, sus palabras me resuenan más que nunca. También su amistad, la sororidad que nos une y nos protege.  Hoy, que vuelve a ser 8 de marzo, vuelvo a Ana, con quien es muy sencillo “reivindicar nuestra condición de ‘hermanas’”. 

 

Pregunta – ¿Recuerdas en qué momento te pusiste las gafas violetas?

Respuesta-Diría que siempre han estado ahí aunque no sería del todo verdad. Mi madre me educó para ser una mujer fuerte, libre y autosuficiente (la valentía creo que venía conmigo). Sin embargo, atravesar una relación tóxica, acabar con ella y ver venirse abajo el mundo fue decididamente lo que hizo que me alzara como feminista. Una de mis mejores amigas que también tuvo una experiencia parecida suele decir: “A mí lo que me salvó fue el feminismo”. Desde luego, a mí también.

P.- Vuelve a ser 8 de marzo. Ha pasado un año desde aquellas emocionantes manifestaciones históricas, de aquella huelga que algunas creímos que lo iba a cambiar todo. ¿Cómo lo viviste tú?

R.-Fue tan emocionante. Verdaderamente estábamos haciendo historia. Para mí fue mi mayo del 68 francés. Pasé todo el día en la calle junto a mi grupo de amigas feministas activistas que tanto me han enseñado. Estábamos juntas, teníamos voz y todo era importante y estaba pasando ya. Pusimos en marcha varias acciones de concienciación, comimos en comunidad junto a otras compañeras en la Cuesta de Moyano… De hecho, conseguimos que Pedro Almodóvar se pusiera una de las pegatinas que habíamos preparado para la ocasión con el mensaje “aliado feminista no seas protagonista”. Su foto salió en los medios al día siguiente. Nuestra voz se amplificaba. Y después tomamos todo Madrid. Aún se me pone la piel de gallina con tan solo recordarlo. La manifestación fue impresionante. Ver a tantas de las nuestras, abuelas, madres, hijas marchando juntas y chicas tan jóvenes y tan feroces… Recuerdo mirar a mi amiga Nazaret en un momento, cogerla de la mano y gritar “Madrid será feminista o no será” con todas nuestras fuerzas. Fui consciente en ese momento de que esos instantes me acompañarían ya siempre.

P.-¿Y cómo ha sido este año? ¿Hemos avanzado?

R.- No hemos avanzado, pero sí que creo que hemos conseguido que nuestra reivindicación se amplifique, sea tenida en cuenta, aunque moleste a ciertos sectores legitimadores del heteropatriarcado hegemónico (pero no irrevocable). Estamos más movilizadas y agrupadas y esto solo es el inicio de la lucha. Va a ser larga y difícil, pero luchamos por las nietas de nuestras hijas, para que tengan un futuro más justo y sean plenamente conscientes de su valor, su poder y lo maravilloso de su cuerpo. La sentencia de La Manada fue un palo tan grande… Nos violaron y denigraron a todas en ese instante. Tomamos las calles espontáneamente, lloramos juntas y gritamos con la rabia entre los dientes. Después, sentí mucho miedo al volver a casa sola. A la Justicia y al Estado le da completamente igual que nos violen. Han dejado la puerta abierta para que los hombres sigan explorando las violaciones en grupo como forma de diversión vejatoria. Y el caso de la hermana de Pozoblanco, a la que no olvidamos, lo confirma. Yo creo que, llegadas a este punto, es necesario tomar otro tipo de medidas más radicales y, en ese sentido, creo que tenemos mucho que aprender del libroBienvenidos a Dietland(Carmot Press, 2018).

P.- En este tiempo, por ejemplo, has participado en la antología feminista Discípulas de Gea(Inventa Editores, 2018), con un poema precioso que habla de la hermandad entre mujeres. También has participado en recitales, lecturas… ¿Es la poesía un acto revolucionario?

R.- Sí, es la forma primigenia de tomar la palabra. Audre Lorde (Queen Audre para todas las hermanas) nos lo demostró. Efectivamente, #EnEstaRevoluciónHayPoesía, tanto en las calles como en las redes sociales, los actos y los libros. Cada vez están surgiendo más proyectos poéticos para ahondar en ese sentimiento de hermandad aunando nuestras voces. Necesitamos poesía para vislumbrar la luz y continuar con la lucha. La poesía del y desde el cuerpo, que por fin juega un papel destacado, demuestra que lo personal es político. Ahí vive la revolución. Está dentro de nosotras, como la poesía.

P.- Cuando leí El cuadro del dolor me reafirmé en que hay libros que son mujeres. ¿Te resuena este concepto?

R.- Desde luego. Y son esas mujeres y sus voces las que nos hacen seguir adelante. Sin duda alguna, si hay algo que soy en la vida, es mi libro y la hija de mi madre.

P.- ¿Y qué libros que son mujeres hay que leer, hoy y siempre?

R.- Hay que leer a todas las Maestras, reconocer su legado y continuar descubriendo nuestra genealogía, acallada tras tantos años de silencio. Hay que leer a Judith Butler (la editorial Dos Bigotes va a sacar un libro maravilloso sobre ella en tan solo unos meses), Audre Lorde, Maya Angelou, Adrienne Rich ¡y tantas otras! Tenemos que leer a Juana Castro, una extranjera modernísima y combativa, mucho más que muchas jóvenes. Y hay que leer a Pilar Bellver y su obra V y V. Violación y Venganza(Dos Bigotes, 2018), un libro que ha pasado más desapercibido de lo que debiera pero que se alza como un todo que recopila todo el saber que hemos construido en estos siglos de lucha. Para mí se ha convertido en uno de los libros de mi vida, junto a El cuaderno dorado, de Doris Lessing, y de referencia para todo. Nuestros problemas y posibles puertas a ellos están en V y V.

P.- Yo, por mi parte, recomiendo El cuadro del dolor, vuelvo a él, una y otra vez. Me parece tan valiente, una reivindicación necesaria, un paso al frente seco, que resuena, que se queda. ¡Gracias!

R.- Muchísimas gracias. A lo máximo que puedo aspirar es a que resulte útil para alguien todo lo que he aprendido tras estos años de dolor y dolor. Con que a una persona le sirva para sentirse menos sola en su dolor, ya merece la pena todo el sufrimiento.

P.- Has comentado alguna vez que “cuando uno tiene dolor la vida es una batalla”. ¿Cómo va esta lucha?

R.- Estoy en ella y creo que no acabará nunca… Está siendo complicado y demoledor en todos los aspectos. Estoy exhausta. Pero aún me queda la poesía, mi madre, las Maestras, mis hermanas (en el sentido más amplio de la expresión) y mi gata.

P.- En esa batalla debes visitar muchas salas de espera, muchos médicos… Eres mujer y muy joven, además. En cuestiones de salud, ¿se nos sigue ignorando y silenciando?

R.- Totalmente. La medicina, como todo el conocimiento científico, se ha abordado desde una visión masculina y patriarcal de la realidad natural. Enfermedades como la endometriosis, que padecen una de cada diez mujeres, demuestran este hecho. Necesitamos más inversión en investigación en salud femenina y la necesitamos YA. Además, necesitamos que los médicos (porque aún son ellos la mayoría) dejen a un lado su paternalismo. No estamos locas ni somos unas neuróticas, tenemos dolor, a nuestro cuerpo le pasan cosas y exigimos que la ciencia nos dé una respuesta ahora. Los hombres ya han tenido toda la eternidad para que se preste atención a su cuerpo. ¿Y el nuestro? Nuestra salud también es un asunto público, de T-O-D-O-S, queridos señoros.

P.- 8 de marzo de 2019, ¿hacemos historia? 

R.- ¡Ojalá! Pero al heteropatriarcado, que copa la Justicia, el Poder Político… y todos los sectores, no nos deja. No le interesa. Pero seguiremos tomando la calle y alzando nuestra voz. Esto sólo acaba de empezar.

 

Texto: Pilar Cámara

Foto: Violeta Nicolás