Alba Molina lleva embarcada casi tres años en un proyecto con el que rinde tributo a Lole y Manuel, o lo que es lo mismo, a sus padres. Una empresa compleja por la identificación del público de esas letras con un dúo imprescindible en el flamenco y también por el componente emocional para la artista, algo que no esconde en sus conciertos. Tampoco lo hizo en el que ofreció el pasado sábado en el Teatro Municipal de Villanueva de Córdoba ante un público al que dejó claro que «venimos con el corazón y con toda la vergüenza».

Acompañada a la guitarra por Joselito Acedo, Alba Molina se pasea por su infancia y sus recuerdos a través de un puñado de canciones que le permiten hacer ese viaje y buscar, a la vez, la complicidad con el público. Un camino que la artista, vestida de un sobrio negro, inicia con «Dime» para seguir por los derroteros de «Recuerdo escolar», «Romero verde» «Almutamid» o «El río de mi Sevilla».

A esas alturas del recital la emoción ya se ha apoderado del auditorio y Alba Molina deja constancia de que es la mejor heredera de esas letras que van unidas de manera irremediable y merecida al flamenco. Con «Todo es de color» la artista vuelve a dar rienda a su emoción y sus interpretación se llena aún de más verdad porque como dice está haciendo suyas «verdaderas joyas, canciones completas».

Y entre esas joyas se topa con «Nuevo día» a la que define como «el tema más bonito del mundo» y con esa sutileza y gusto que caracteriza a la artista lo hace suyo. «Para mí», compuesto por Manuel Molina para el segundo álbum de Alba Molina, «Desde Córdoba a Sevilla», «Tu mirá» y «Érase una vez» van anunciando el final de un recital que cierra con un compendio de canciones donde Alba Molina vuelve a dejarse el alma, esa que enseña en cada minuto de su encuentro con un público que acompaña al compás durante parte de ese trayecto que la artista realiza y donde Lole y Manuel también están presentes de una u otra forma.