El 17 de octubre de 1991 la vida de Irene Villa dio un giro radical. Su madre y ella fueron víctimas de un atentado terrorista de la banda ETA. Una bomba adosada al vehículo en el que viajaba cuando iba al colegio con su madre estalló y provocó que perdiera las piernas y tres dedos de una mano. De eso ha hablado hoy en Pozoblanco Irene Villa a unos ochocientos jóvenes de la comarca de Los Pedroches, pero también de su forma de afrontar ese cambio. Una lección de vida, de esfuerzo y de superación que ha narrado a unos jóvenes que le han brindado una sonora y respetuosa ovación.

Ante un auditorio de jóvenes de entre 15 y 18 años que no han convivido con la realidad de ETA, Irene Villa ha relatado su experiencia vital, cómo vivió aquel 17 de octubre de 1991 y cómo salió de aquella «trampa mortal». La dureza del testimonio se ha visto entremezclada con un mensaje de optimismo y superación que ha salpicado toda la intervención de Irene Villa. La periodista ha relatado el primer encuentro con su madre, separadas en diferentes hospitales, y como «cuando nos quedamos solas me dio la clave de mi vida. Teníamos dos opciones, vivir amargadas o empezar de cero. En ese momento dije, mamá he nacido sin piernas«.

Ese testimonio de valor encontró otro punto álgido cuando Irene Villa ha narrado que desde ese mismo momento tuvo claro que el odio no entraba en sus planes porque «no buscar culpables te alivia esa mochila que ya llevas cargada«. De esa experiencia, la hoy periodista también conoció a personalidades que se volcaron con ella y hubo quien tuvo palabras que hoy todavía tiene muy presentes como las que le dedicó Rafael Alberti, «A Irene Villa, que llegará a volar como esta paloma».

Después del atentado llegaron las operaciones, la soledad porque «hasta a la bomba me enfrenté con amor y acompañada, a la bacteria que complicó la situación, sola». Pero pudo porque siempre «tuve presente que si otros podían por qué yo no iba a poder». Y de ahí hasta ahora. Un ahora logrado con máximas en la vida que le han llevado a tener claro que «la única derrota es el desaliento». Y de eso han podido ser conscientes hoy centenares de jóvenes de Los Pedroches, de una vida que quisieron truncar y que lo único que consiguieron es hacer más fuerte gracias a una fuerza de voluntad inquebrantable. Porque Irene Villa al final voló como la paloma que le dibujó Rafael Alberti porque ser fuerte fue la única opción que tuvo.