Estamos de nuevo ante el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer,  y es necesario recordar, una y otra vez, que los derechos de las mujeres nacen con ellas y nadie puede tocarlos, solo respetarlos. Por ello  hay que levantarse, hacerse notar, gritar bien alto que nosotras no somos menos que nadie por ser mujeres.

Sin embargo, el desencanto es evidente cuando a pesar de las buenas intenciones que flotan en el ambiente en torno al 8 de marzo, las cosas cambian poco conforme van pasando las semanas. No podemos permitir que el huracán que estos días mueve conciencias amaine en pocas semanas. Las manifestaciones del 2018 fueron históricas, parecía que iba a ver un antes y un después de esos días, pero mi percepción pasados los meses me hace dudar. Fue un revulsivo en la lucha por la igualdad de género, contra la violencia, como lo son todas las celebraciones de este tipo, pero aunque surgieron movimientos con fuerza que pretendían continuar  la lucha con propuestas y acciones concretas, éstas siguen siendo vagas y las reivindicaciones continúan siendo las mismas.

Si algo tengo claro es que a casi todas las actividades dirigidas a formar a mujeres acuden aquellas con fuertes convicciones que no necesitan ser convencidas de nada ni empujadas a luchar por ellas mismas porque ya lo hacen.

Mientras tanto nos seguimos enredando en situaciones que se repiten una y otra vez y nos colocan siempre en planos distintos a ellos y a nosotras. Y de nosotras, solo de nosotras, depende cambiar esa situación, dejando al margen ideologías y mirando por nuestro presente  y el futuro de las que vienen.

Me preocupa que los grandes compromisos de acción se queden en objetivos, la mayor parte de las veces, incumplidos y el desencanto que produce ver desinflarse una ilusión nos lleve a dejarnos llevar por la inercia del día a día

Los grandes retos no se logran en un corto periodo de tiempo, por ello hay que levantarse y hablar en voz alta,  ese movimiento en sí ayuda a quitar vendas de los ojos y ver situaciones inaceptables en lo que siempre hemos visto como usual. Esos micromachismos que asociaciones de mujeres como Ventana Abierta se ha empeñado acertadamente en mostrar, en los que caemos todos continuamente, que para muchos pueden ser exageraciones, pero que están ahí y hay que luchar para eliminarlos.

Tenemos que seguir trabajando para cambiar lo que ya está instalado en la sociedad y en el ámbito de lo privado, sobre todo, ser muy conscientes de la educación en igualdad que demos a nuestros hijos e hijas . Si somos capaces de que ambos sean iguales en todos los aspectos dentro de sus casas verán como normal que lo sean también fuera de ella. De lo que les inculquemos en su vida diaria desde la cuna, dependerá  que cuando salgan a la vida independiente que les espera, las desigualdades no existan.

En el ámbito profesional, cada una desde nuestra posición, debemos de trabajar en lograr la igualdad real y erradicar la violencia de género. Las periodistas, que como mujeres también sufrimos las mismas situaciones de desigualdad en muchas ocasiones que otras profesionales, tenemos un papel esencial en esta sociedad porque somos altavoz de todas las mujeres, de sus luchas y sus logros.  Por eso desde estas líneas alzo la voz por cada una de vosotras, con el compromiso de trabajar por todas los 365 días del año.