Varios años han sido los que la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad no ha hecho estación de penitencia en la calle. Varios años en los que la corporación ha cambiado, mucho, y eso se notó ayer. El principal cambio es el caminar de la Señora de la Soledad. Ahora, más parecido al de los palios, más lento y sosegado, con paso corto y con ausencia casi total del balanceo tan característico que el pasopalio tenía hace unos años atrás. Otro cambio importante fue la armonía de la Agrupación Musical de la Soledad, nada nuevo pero ayer mucho más notorio. Tanto que a veces la imagen resultaba extraña a lo que se oía, ayer se observaba un palio con un caminar muy similar al de los palios cordobeses o sevillanos, muy parecido incluso al pasopalio de la Amargura. Y sin embargo la música poco tenía que ver con ese andar y a pesar de que la calidad de la misma era más que palpable.

Llegada la hora de la apertura del portón, la calle Ntra. Sra. de la Soledad se encontraba a rebosar. Muchos fieles se habían congregado para ver a la Señora del Viernes Santo salir tras varios años en los que no pudo hacerlo. Tras los golpes en el llamador en el paso del Santo Sudario se ponía en la calle movido por las costaleras de la Hermandad con una gran ovación que no era más que el reconocimiento al buen trabajo que acababan de hacer a los sones de la banda del Cristo del Humilladero de Cáceres.

Muchos nazarenos, muchos hermanos que querían acompañar en este Viernes Santo a su madre en el recorrido por las calles de Pozoblanco. Pero que primero tenía que salir, salir por la calle que lleva su nombre en dirección al centro del pueblo para que todos pudieran gozar de su presencia.

Clásico su adorno floral, claveles blancos haciendo la composición más tradicional, redondeada de forma perfecta. De riguroso luto y con la corona de espinas y los clavos que atravesaron manos y pies a su hijo en su mano. Soberbio el manto, barroco pero sin exceso, todo en su justa medida.

Calle tras calle los pozoalbenses se agolpaban para verla, pero también más contenidos que en otros años. Mucho más difícil arrancar el aplauso por las maniobras o por las marchas y con menos duración e intensidad. Y es que este año esa ha sido la costumbre del pueblo tarugo. Algunos cortes entre tramos de nazarenos y también algún que otro parón que alargaba el tiempo de paso de la hermandad en exceso pero en general buen discurrir que finalizaría en una Iglesia de nuevo a rebosar.