Allá por 1937 a un tal Walt Disney se le ocurrió la genial locura de hacer un largometraje de dibujos animados, algo que nunca se había hecho hasta entonces y que podría haber resultado catastrófico para sus estudios de cine recién nacidos. La película se llamó Blancanieves y los siete enanitos y nada más hay que añadir sobre el apabullante éxito que tuvo. La gran antagonista de este cuento y la que hace desencadenar toda la historia es la Malvada Reina. Con mayúsculas. Una reina que quiere matar a una chica inocente, que la obliga a esconderse en el bosque y donde se encontrará con siete personajes muy especiales. Sí, todo lo provoca ella por una razón: la envidia.

Aquella Malvada Reina debió de traer la envidia al mundo porque desde entonces todo ha ido de mal en peor. Seguro que hasta 1937 todo era felicidad, paz y amor.

Dicen algunas tesis prejuiciosas y llenas de estereotipos que los españoles somos más envidiosos que la media global. Sea cierto o no, la envidia se puede detectar aprendiendo de estos sencillos ejemplos.

«¿Te vas de vacaciones quince días? Pero que bien viven algunos, y otros nos quedamos aquí trabajando…» Envidia camuflada en comentario que intenta ser gracioso pero no lo consigue.

«Qué bonito vestido, me encanta. Aunque yo no me lo hubiera comprado tan corto». Puñalada de envidia con insulto incluido.

Otras veces la envidia es más directa y cuando estrenamos reloj, coche o cualquier cosa te dicen que es feo y que no les gusta mucho cuando por dentro están rabiosos por tu nueva adquisición. Otros, cuando te va bien, te dan consejos y opinan sin saber realmente de lo que están hablando.

La peor envidia es cuando alguien es sustituido por otra persona en cualquier posición: de trabajo, en un grupo de amigos, en una asociación o incluso en temas de pareja. Esta es la peor de todas porque el sustituido estará lanzando pullitas continuamente diciendo que él sabía hacer las cosas mejor y que básicamente, es mejor que el sustituto.

Otras personas directamente no te felicitan por tu nuevo empleo, por tu boda o por tu reloj nuevo. Te miran de reojo y cuando te das la vuelta te critican con el primero que pillan.

Que personas tan agradables para tener cerca, ¿verdad?. Es cierto que todos hemos sentido envidia alguna vez, pero después de ese primer sentimiento automático que no podemos remediar, el positivismo y la bondad son más fuertes y nos alegramos por la persona y la felicitamos. Es algo muy diferente a la envidia malsana y enfermiza de algunos seres humanos que no les permite ser felices. Si no son los mejores, si no son los protagonistas están amargados. Y amargada estaba una Malvada Reina, quien no era precisamente la protagonista del cuento, sino la antagonista. Y las antagonistas siempre pierden.