A pesar de que hay muchos elementos comunes, podría decirse que cada pregonero, de la índole que sea, tiene su entrevista. Y Rafael Moisés Sánchez Luna no fue una excepción. Le toca al pregonero de la Virgen de Luna cambiar el lugar ocupado en este acto en los últimos años y ser él quien asuma la batuta, los tiempos y el protagonismo. Solo ante el escenario promete ser fiel a sí mismo, alejarse de lo políticamente correcto y no maquillar ninguna de las afirmaciones que platee. Eso será el día 3 de febrero, antes nos acercamos a la figura de una persona que tiene interiorizada no sólo su devoción hacia la Virgen de Luna, sino también su pertenencia a una Cofradía que conoce desde pequeño. Quizás por eso, el día de San Blas ante la inmensidad del escenario del Teatro “El Silo”, Rafael Moisés Sánchez no se encuentre tan solo y ese peso de responsabilidad que hoy dice sentir se mitigue con el recuerdo de quienes le precedieron y le inculcaron esa devoción.

La primera parte de esta conversación transcurre por los recuerdos, por esa familia, por esa devoción que casi se lleva en los genes y que le hace relatar que “mi relación con la Virgen de Luna viene desde muy atrás, yo diría que siempre me he reconocido con la Virgen de Luna y la cofradía porque en mi casa se vivió siempre. Vivía en la calle San Gregorio, en casa de mis abuelos paternos. Mi abuelo fue uno de los reorganizadores de la cofradía una vez terminó la Guerra Civil. Mi padre siempre me transmitió la cofradía, la Virgen de Luna. En aquellos años 60 en los que la romería era mucho más parca y austera, yo ya estaba cerca. Me recuerdo vestido de hermano pequeño, fui de los primeros niños que lo hicieron, mi madre era modista y me hizo el traje. Me veo entre esos hermanos mayores, la cofradía estaba compuesta de personas de edad, al menos así los recuerdo yo.

 

Pregunta: Según relata, esa devoción viene de la mano de la cofradía.

Respuesta: Hay muchas personas que son muy devotos de la Virgen, que es lo habitual, pero ser de la cofradía es menos habitual, somos muy pocos. Ahora mismo no llegamos a los 100 y en la época de máximo esplendor hemos llegado a los 110, no se puede sobrepasar esa cifra. Mi devoción a la Virgen de Luna me viene a través de la cofradía, como a cualquier niño me llamaba más la atención la cofradía que cualquier otra cosa, eso de las escopetas, ver a mi padre vestirse de hermano, los cartuchos… Tenía cuatro años cuando mi abuelo falleció, pero tengo vagos recuerdos de él. Era zapatero y en las vísperas de la Romería, recuerdo como lo visitaban los hermanos en la zapatería para planificar las cuatro cosas que se preparaban entonces. Desde mi niñez he vivido la Virgen de Luna y mi germen está en la cofradía; en la cofradía aprendí a querer a la Virgen.

P: Digamos que es entonces algo heredado.  

R:  Sí, sin lugar a dudas. La tradición familiar la tenemos documentada al menos cuatro generaciones. Mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre y yo. Los cuatro además hemos desempeñado el cargo de Cabo de Retaguardia. Para mí es un orgullo, en la entrada de casa tengo un sable con las cuatro generaciones. Estoy convencido que todo viene heredado, la devoción, el cariño a la cofradía, las tradiciones que rodean a la Virgen, como que todo viene en los genes.

 

Todo parece quedar en familia porque son esos hermanos de cofradía los que le proponen ahora como pregonero, como “un reconocimiento a su compromiso”, en palabras de quien será su presentador en la noche del pregón, Rafael Sánchez Ruiz. Una elección meditada pero nítida porque “es una persona que me entiende, que nos entendemos, con la que me siento muy identificado y porque es una persona muy especial para mí, también por ser hijo de quien es, de mi tío Domingo”.

P: El nombramiento queda también en familia, digamos que de hermanos a hermano.

R: Para nombrar pregonero hay una comisión que se reúne y propone a dos-tres personas y la junta directiva decide. Yo pertenezco a esa comisión pero aquel día no pude asistir a la reunión y desconocía totalmente lo que había pasado. Cuando llegué a la junta directiva en la que  se trataba del nombramiento de pregonero apareció mi nombre y no supe reaccionar. Me salí en la votación y posteriormente me llamaron para ratificarme el nombramiento y ¡no salí de mi asombro!, de hecho, tardé unos cuantos días en responder. A raíz de todo el tema de la enfermedad mi estado emocional es, digamos, demasiado sensible y temía mucho a fallar en determinados momentos. Espero que no sea así. Creo que es un clásico de cualquier pregonero el decir que no te lo esperas, pero es verdad, que fue algo que me descolocó muchísimo.

P: Usted ha sido una persona muy vinculada a este acto en los últimos años.

R: Cuando Joaquín Domínguez ocupaba la concejalía de Cultura, con la colaboración de la Cofradía, se instaura el pregón de la Virgen de Luna.  Mi padre siempre estuvo unido a este acto y cuando llegó el momento de su jubilación yo fui asumiendo parte de las responsabilidades que él había llevado en la Junta Directiva de la Cofradía, entre otras esta del pregón, acto que llevo muchos años coordinando y que por tanto he vivido muy de cerca con todos los pregoneros. Cuando celebramos el XXV aniversario fue muy bonito leerme, junto con Trini, todos los pregones que se habían pronunciado para entresacar alguna frase de cada uno. He estado siempre tan cerca que lo último que me podía esperar es que una persona que “está tan vista” pudiera ser pregonero.

P: ¿Ha conseguido ya visualizarse en este otro lado?

R: No lo sé, estoy intentando hacerme a la idea. Con lo que tengo hecho voy madurándolo, leyéndolo en voz alta para ver si soy capaz de situarme. Sí puedo decir que cada día que pasa tengo más ilusión porque llegue el día de San Blas para descargar toda la responsabilidad que tengo encima y ofrecer lo que he sido capaz de hacer, pero todavía me tengo que situar algo más.

P: Hacía referencia antes a su enfermedad, ¿le llega el nombramiento de pregonero en un buen momento?

R: Me puede llegar en un buen momento porque es un cambio en muchas cosas. En estos dos años mi vida ha cambiado a nivel laboral y a nivel personal, han cambiado algunas escalas que siempre nos hacemos. Ahora mismo pienso en cosas que antes eran impensables o que simplemente no podía hacerlas. Estoy disfrutando de muchas cosas de las que antes no he podido por mis horarios,  por cuestiones laborales, y quizás venga a complementar ese cambio. En ese aspecto, viene en un buen momento. Es cierto que sigo manteniendo un cierto miedo a que se rompan los sentimientos en un momento dado y me cueste trabajo continuar, aunque espero que leyéndolo muchas veces y teniéndolo muy claro consiga ser más frío para mí y pueda sacarlo hacia delante.

 

La conversación se deriva ahora hacia el pregón, a su contenido, pero también a un proceso que Rafael Sánchez define como “un diálogo constante conmigo mismo”. Diálogos que vuelven a aparecer mayoritariamente a la sombra de la noche.

Pregunta: ¿Qué es lo que no quiere dejar pasar de decir en el pregón?

Respuesta: Ese ha sido el caballo de batalla, qué es lo que quiero decir, hacer una pequeña selección de lo que quiero decir no es fácil, siempre estás con la duda. Espero que al final la selección sea buena, que el tiempo sea correcto, que la gente no se aburra, que esté en tensión conmigo y que yo sea capaz de transmitir lo que quiero.

Básicamente quiero contar las cosas que yo he vivido, hacer algunas sugerencias por las que mucha gente ha luchado, por las que yo he trabajado y no solamente no se han conseguido sino que incluso se deterioran más. Esas sugerencias las voy a hacer públicamente porque a estas alturas de la vida no tengo nada que callarme, no tengo que ser políticamente correcto, educado sí, pero lo que tenga que decir voy a decirlo. Lo que diga será sincero, no intentaré maquillarlo, lo diré como soy.

P: Para mucha gente esto de los pregones no significará mucho, pero entiendo que es un proceso complejo en la medida que implica “desnudarse” para sacar lo que uno lleva dentro.

R: Sí, es así, al menos yo lo veo así. Soy una persona bastante introvertida, difícilmente me abro, he preferido muchas veces procesar yo mismo las cosas que compartirlas, sobre todo si tengo la sospecha de que le pueden hacer daño a alguien. Ahora no me siento así, me siento con mucha más libertad para decir lo que pienso porque creo que tengo mejores argumentos y palabras, para que nadie se sienta ofendido y también porque veo las cosas desde un lado muy positivo. He pasado muchos momentos que no han sido buenos, pero yo le busco el lado positivo, es una de las actitudes que más me han ayudado en el proceso de la enfermedad, ver que por muy mal que estuviera todo siempre había algo que podía salir hacia delante. Siempre hay algo positivo que sacar, ha sido uno de los cambios en mi vida. Y en el pregón me encuentro en ese momento, lo que soy, soy, lo que he sido, he sido y así soy, sin más.

P: Hábleme de ese proceso de elaboración.

R: Pues ha sido principalmente por la noche, me ha resultado más fácil. He intentado tener siempre un papel o algo al lado para tomar nota de las ideas que me iban surgiendo. Por la noche se me vienen muchas cosas a la cabeza, es un diálogo continuo conmigo mismo. No me ha sido excesivamente largo el proceso, sí el trabajar sobre lo que he escrito, pero las ideas básicas surgieron en un tiempo relativamente corto. Por eso también tengo muchas dudas y me pregunto si estaré acertado o no.

P: Me imagino que haciendo referencia a esa implicación sentimental que conlleva la elaboración de un pregón, ayuda ese diálogo con uno mismo al que ha hecho alusión.

R: Ese diálogo te trae otros recuerdos, otras vivencias y te hace madurar. Hay muchas cosas que por la rapidez con la que vivimos nos pasan desapercibidas cuando realmente tienen importancia. Cuando miras al pasado, e incluso piensas en el futuro, te vas enriqueciendo y humanizando, tanta prisa, tanto correr y te vas dando cuenta de pequeños detalles, de rituales que siempre han sido igual y han pasado desapercibidos. Tenemos que volver a saborearlos, pensar que esto hace 150 años se hacía igual, hay que revitalizar esos pequeños detalles que hay en las romerías, esas vivencias.

P: ¿Teme que esas cuestiones a las que se refiere se pierdan?

R: Sé que tenemos que evolucionar, si no somos capaces de hacerlo extensivo a la gente y que lo comprenda y le dé forma se acabarán perdiendo. Tenemos que tener la capacidad de conservar la tradición pero al mismo tiempo estar en el siglo XXI, y no es fácil. Me da miedo que se pierdan cosas pero me da mucho más miedo el no tener la capacidad de tener ideas para conservar lo que es importante y evolucionar en lo que tenemos que evolucionar. Me provoca curiosidad ver fotos de los años 50-60 y observar el salto que ha dado la romería, no somos conscientes porque parece que siempre ha estado así, pero en aquellos años ves una cofradía muy escueta en hermanos, unos alrededores del santuario con muy poca gente, todo muy austero. Te das cuenta que se ha dado un salto muy grande y aún así se han mantenido muchas buenas costumbres, ahora quizás corramos otro peligro, que lo hemos abierto, que hay tanta gente que lo último es la romería, lo primero es la fiesta. Mantener esos equilibrios no está siendo fácil.

 

Llegados a este punto abordamos esa romería con el pregonero, desde la perspectiva más íntima y personal. Con el toque de los tambores como banda sonora y con la emoción de quien narra algo que por más veces que se viva no se deja de sentir.

Pregunta: ¿Cómo es una romería para Rafael Sánchez?

Respuesta: Para mí es distinto a lo que la mayoría de gente vive, los hermanos vivimos una romería diferente. El verdadero día de fiesta empieza cuando llega el tambor a mi casa, ese sí que es un ritual que permanece inalterable, mantiene su recia costumbre y para mí es uno de los momentos más emocionantes de todo el día. Cuando llega el tambor con el toque de la madrugá, que es uno de los más bonitos, a partir de ahí es cuando empieza mi romería. Es una romería que poco tiene que ver con la fiesta si la miramos como bulla, vivo una romería mucho más sencilla, austera y comprometida con la gente que viene a visitarnos. Luego viene el gran proceso que para mí es el camino por el puesto que ocupo, que hemos ocupado, es el momento más vivencial, más profundo.

P: Un camino que en los últimos años no ha podido vivir como le gustaría, ¿le cuesta? 

R: Me cuesta mucho, pero lo acepto. Veo que va llegando el momento del relevo y lo acepto con plena consciencia de que tiene que ser así. Me cuesta porque no es fácil oír una romería por la radio cuando siempre has estado presente, no es nada fácil, lo mismo que no es fácil estar y no poder cumplir con la obligación que tienes. Eso te corroe por dentro, pero no quiere decir que me rebele contra ello, lo asumo y lo acepto.

 

Como también acepta el “inmenso” cariño recibido en los días posteriores a su nombramiento, otro clásico que no se perdió en esta ocasión y que viene a “cargar aún más de responsabilidad porque te preguntas cómo vas a corresponder a tanta gente”. Esa correspondencia llegará a través de vivencias, de recuerdos y de un conocimiento profundo de un acto que le llevó en su día a acercarse a los veinticinco primeros pregones de la Virgen de Luna. De entre todos ellos rescatará dos para el suyo, “uno porque es una reivindicación de las que he comentado y otro porque es una recuperación de la historia del pastorcito cuando se le aparece la Virgen que para mí es preciosa. Habría que rescatar muchas cosas más porque hay cosas escritas que por su carácter de efímeras pasamos, pero que son magistrales”. Junto a esos pregones quedará a partir del 3 de febrero otro, el de Rafael Moisés Sánchez Luna, que en el día de ayer fue nombrado embajador de Pozoblanco.

 

*Esta entrevista fue realizada para el Boletín Informativo que publica la Cofradía de la Virgen de Luna