Hay una canción que estos días me resuena en la cabeza, no me acuerdo de quien pero que decía algo así: “Y es tan corrosivo este dolor… en esta casa en ruinas que soy yo”. Suena a pérdida. Pero yo creo que es el comienzo de algo. De la reconstrucción. Cuando todo se cae no queda otra que venirse arriba.

Hace un mes dije en este periódico que no quería que abril fuese el mes más cruel y que el poeta – T.S. Eliot – llevará razón; y teniendo en cuenta que los poetas no se equivocan nunca era algo dificil de conseguir. Creo que lo hemos conseguido. También dije que había que regar el rosal que plantó la abuela y que podó padre y que ahora regamos nosotros. Lo tengo de frente y ha florecido agarrado a la tapia que el sol refleja en la cal blanca y pura.

Nos herimos constantemente a nosotros mismos. Lloramos por nuestros actos: recuérdalo todo. La libertad es la posibilidad de elegir sin coacción y no otra cosa. Somos libres en la medida en que no nos mentimos demasiado. La inconsciencia, sin embargo, es una coacción como lo es la impotencia o las ganas de explotar ante la dureza de una pandemia que nos oprime. No es portarse bien: es obedecer. La anarquía del Estado. Qué putada. Y con todo funciona y nos hace libres, Isabel. Moscú.

Somos una sociedad necesitada irremediablemente de perdón. Sentimos culpa y la necesidad de ser perdonados. Lo sentimos todos o si no todos casi todos. El catolicismo rampante aunque ateo o atea seas. No es por Dios es que todo es Dios. Lo tenemos incrustado en cada uno de nuestros actos. Es inevitable. Una falta de libertad. La necesidad del perdón nos ata a la culpa y no hay más. Y sin embargo el perdón nos libera.

La casa en ruinas que somos se recompone. Y lo hace con el pegamento de una realidad excepcional: la famila, los amigos, la infinita necesidad de vivir y el amor. Son duros los momentos e incontables los hijos de puta que ponen trabas; pero el amor gana. Siempre gana. Es el motor del mundo. Que no te engañen.

La esperanza es la posibilidad de que todo vaya a mejor aun cuando todo se está cayendo. Es el triunfo de la primavera. Es el último de tus primeros besos. Es la certeza de que, aunque haya bajas, conquistaremos esa playa. La esperanza es ese beso robado a finales de agosto. La esperanza es que, pese a los poetas agoreros, abril ha sido bueno. Es que la abuela no te dé por perdido. Es casarte a última hora por segunda vez. Es que tu madre te mire a los ojos esperando más de ti. Es pensar que tu padre se sentirá orgulloso algún día. Es ir derrotando imposibles, Ana, como escribía Benedetti. Es tu hija recién nacida, Emilio. Es lo que no se pierde.

La canción  que decía al principio es de M-Clan: Roto por dentro. Lo hemos estado; pero ya no, porque hay esperanza.

A Emilio, Amaia y Ane