Por Juan Felipe Flores Moyano

 

La semana pasada Felipe me preguntó que qué iba a escribir esta semana y le dije que no tenía nada pensado porque tenía lío y no me daba tiempo. Él me dijo que sí que tenía algo para escribir. Quería escribir sobre un tema del que siempre hablamos mucho: el compromiso. “Un año llevo pensando en escribir sobre eso y no me sale nada”, le dije. Me dijo que lo quería escribir él y lo hizo como cada vez que da palabra de algo. Hoy está página se la cedo a un tipo que de esto del compromiso sabe mucho.

Compromiso

Posiblemente una palabra que tiene muchos significados y a lo largo de la vida pasamos por algunos de ellos. Es curioso pero nuestras vidas comienzan por fruto de uno, el de nuestros padres, y no solo por el sí quiero, sino por el compromiso que se adquiere al dar comienzo un nuevo proyecto de vida. Ese deber que marca una vida nueva, con sus alegrías, nervios y miedos: el de estar a la altura, el de gestionar situaciones nuevas. Porque de un compromiso así puede resultar algo embarazoso.

Al crecer, seguimos adquiriendo algunos de ellosPactamos el silencio con nuestros amigos contando el secreto de esa cita furtiva con la chica que te gusta, aquella que conociste este verano pasado y esperas que vuelva el puente de diciembre; o el de ir al pueblo de al lado haciendo autostop sin que se enteren nuestros padresTodos estos son compromisos pero no tan importantes como los que  están por llegar.

Ya sea en las ciudades o en nuestros pueblos las asociaciones, agrupaciones o clubs tienen una gran importancia. A todos estos grupos de personas a las que están comprometidas con una afición, con la religión o con un propósito común las une algo más grande: el compromiso. Y este no es sólo el de el día señalado para una actividad, ya sea de cara al público o de convivencia, también es el del trabajo diario, con reuniones, captación de socios, batallas con las administraciones; y es justo aquí donde se ve como con el paso del tiempo, esa obligación y responsabilidad se rompe.

Al final siempre son las mismas y los mismos los que mueven las cosas, los que tiran del carro de nuestra sociedad civil, en la que la falta de responsabilidad y de compromiso hace que unos carguen con el trabajo para el disfrute de otros. Y lo vemos y lo vivimos a diario. Esa queja e indignación social  sólo es palpable en las redes. La política de sofá con la tranquilidad de no dar la cara que es además postureo y cuñadismo, el ser expertos de todo, opinar sin saber.

Se nos está perdiendo la generación que se comprometió con su futuro, con las reivindicaciones en las calles, que aún teniendo tonos grises se llenaron de color verde esperanza  por una sociedad mejor. Verdes a veces teñidos de rojo sangre y lágrimas y todo por una cosa, nuestro presente, el de esos derechos de los que disfrutamos hoy, pero que que podemos perder mañana: un Servicio de Ambulancias efectivo, Pediatra o Radiología diaria o el Bus a Córdoba. Algo que mientras estás bien no lo echas de menos. Y como le pasó a la rana que se bañaba en el cazo al fuego, nos estamos cociendo poco a poco.

Para mí el compromiso es una filosofía de vida, si no puedes no lo hagas, pero si te comprometes es para hacerlo.