Observamos en los últimos tiempos una fructífera emergencia de productos de todo tipo y formato en clave feminista, desde secciones de periódico, rincones bibliotecarios, camisetas con slogans y un largo etcétera. Casi al mismo tiempo, o precisamente por ello, el feminismo se convierte en tema acalorado de conversaciones con amigos y amigas, lema de programas electorales, guion de preguntas para periodistas y, como hemos tenido oportunidad de advertir en esta pasada campaña electoral en Pozoblanco, motivo de balbuceo e imprecisión por parte de algunos candidatos. Me atrevo a calificar como confuso y deformado el uso que se hace del término feminismo la mayoría de las veces. Y son precisamente estas apreciaciones las que inspiran este artículo, donde quiero referirme a: qué es, de qué se ocupa y para qué sirve el feminismo y, además, al trabajo formativo en feminismo que en Pozoblanco se viene realizando desde hace 10 años.

¿Qué es el feminismo? Las profesoras Rosario Carrasco y Ana Cubillo definen el feminismo como un “movimiento social, político, filosófico, económico, científico y cultural que denuncia, desvela y transgrede el sistema social imperante: el patriarcado. Su objetivo es la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres”. Ignorar el sistema patriarcal imperante supone no admitir que el mundo está articulado desde una lógica de la diferencia (y no por naturaleza), la diferencia entre lo masculino y lo femenino y que esta diferencia ha supuesto la subordinación de las mujeres a los varones.

La desigualdad de las mujeres es estructural, es decir se manifiesta en todos los órdenes de la organización social. Veamos algunos ejemplos evidentes: el tardío reconocimiento del derecho al voto por parte de las mujeres (en España en 1931) apelando a su falta de capacidad e ignorancia; el lento y más precario acceso de las mujeres a la educación y al mercado laboral; la existencia de profesiones feminizadas que en general son las menos dotadas de prestigio social y retribución económica (frente al hombre que se convierte en el cocinero, modisto o estilista de moda en profesiones donde precisamente son más las mujeres que las ejercen); el desigual reparto del trabajo en tareas de cuidado y tareas del hogar (el INE da datos al respecto); la falta de referentes femeninos en los libros de texto; su invisibilidad en las artes mostradas como musas pasivas que son contempladas y no como creadoras. La desinformación sobre su actividad por parte de los medios de comunicación cuando se habla de cine o de deporte (sólo por poner dos ejemplos); su infrarrepresentación en la dirección de grandes corporaciones o cómo líderes en las instituciones públicas o de los Estados. Y por ir poniendo fin a esta lista, de la violencia ejercida contra las mujeres que, como denuncian organizaciones mundiales como la Organización Mundial de la Salud o la ONU, ya la han catalogado de proporciones pandémicas.

¿De qué se ocupa? El movimiento feminista se ha ocupado de desvelar la invisibilidad y desentrañar los factores que explican la posición de desigualdad que las mujeres han tenido a lo largo de la historia, en todos los contextos y todos los órdenes de la vida. Por ello, además de vindicar derechos, los que nunca tuvieron las mujeres, el feminismo se convierte en guardián de los ya conseguidos para que no se vuelvan a perder. La Historia nos ha enseñado que, por cada conquista de derechos para las mujeres surge una reacción patriarcal más contundente; las mujeres saben que, como en un baile, se dan pasos hacia adelante y hacia atrás de forma constante. De ahí que se haya convertido en un slogan feminista la frase de Enma Goldman: “si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”.

Pero, además, el movimiento feminista se ocupa de hacer propuestas para la transformación social que beneficie a toda la humanidad. La recién galardonada con el premio Princesa de Asturias Siri Hustvedt habla del feminismo como “una muy profunda forma de humanismo”. Siendo así, cualquier cambio social que nos propongamos tendría que tener en cuenta el feminismo.

¿Para qué sirve (nos sirve) el feminismo y a quiénes? El movimiento feminista sirve para hacernos a todos, hombres y mujeres, más libres e iguales. Es el único movimiento social que, en concomitancia con los movimientos de clase social, movimientos civiles contra del racismo y la libertad sexual y afectiva persigue una sociedad más justa. El feminismo sirve para mirar al futuro, para hacer propuestas de transformación social, para dotar a nuestros hijos e hijas de estrategias para la autonomía, al margen de los patrones estéticos, culturales y de dominación impuestos a todos, para aprender desde la diferencia el significado del respeto (que no es lo mismo que la tolerancia), para hacer nuestros contextos más plurales y democráticos. Y también, para reivindicar la ética del cuidado como eje de las relaciones en comunidad, situando el cuidado de la vida y del planeta en el eje del pensamiento y la acción política.

En Pozoblanco este año se ha celebrado el décimo aniversario de la Escuela Feminista organizada por Ventana Abierta. En esta Escuela han impartido clase las mejores y más prestigiosas mujeres y hombres del panorama nacional e internacional. No lo digo yo, sus currículum lo avala, anotaré sólo algunos nombres por cuestiones de espacio (para consultar su historia y los programas formativos ver en papel 10 años de Escuela de Formación Feminista Ventana Abierta): Lidia Falcón, Nuria Varela, Elena Simón, Victoria Sendón, Marcela Lagarde, Miguel Lorente, Rosa Cobo, Ana de Miguel, Cristina Carrasco, Octavio Salazar, Amelia Sanchís, Rosa María Calaf, Yayo Herrero o Anna Freixas a la que destaco por haber sido investida en el mes de mayo Doctora Honoris Causa en la Universidad Simón Bolívar y a quien este periódico reconoció sus enseñanzas sobre igualdad.

En esta Escuela se ha analizado con rigor teórico, altura intelectual y compromiso humano la educación, la política, la ecología y el mundo global, la economía, las religiones, sobre prostitución su ejercicio y los puteros, las formas de violencia, la salud, el lenguaje y sus usos, el cine y la producción audiovisual, la sexualidad, el ejercicio del periodismo, la democracia, los cuidados o la tecnología. Todo un ejercicio de pensamiento para comprender y transformar el mundo. Los y las ciudadanas de este pueblo estamos invitados cada edición a participar en ella, a escuchar, aprender y dialogar de forma pausada.

A pesar de este tejido y capital formativo con el que contamos en Pozoblanco, movimiento y Escuela Feminista, reconocida con premios fuera de nuestras fronteras locales, todo apunta a que no son demasiadas ni suficientes las actividades, talleres, acciones, performances, clases, discursos, exposiciones de arte, artículos de periódico, presentaciones de libros divulgativos, monográficos… para dar cuenta de la historia y significado del feminismo. Si deciden tenerlo en cuenta para las acciones de gobierno de la recién estrenada legislatura, serán muy bienvenidas. Porque, todos y todas “solo triunfaremos si no nos olvidamos de aprender” (Rosa Luxemburgo). Hagámoslo sobre feminismo.