Por Bartolomé Pozuelo Calero, Profesor Titular de la Universidad de Cádiz

 

Pozoblanco está sufriendo estos días una gravísima pérdida. En la calle Obispo Pozuelo, antigua “ribera” del arroyo de la Condesa, las formidables piezas de granito, seguramente centenarias, que forman la acera están siendo quitadas y sustituidas por losas de granito comercial.

No todas las ciudades pueden presumir de unas aceras como las que tiene Pozoblanco. En muchas de sus calles es un privilegio admirar los enormes bloques de granito que las flanquean, a menudo de más de un metro cuadrado de superficie y de treinta o cuarenta centímetros de espesor, en cada uno de los cuales apreciamos, a menudo en forma de petroglifos, el gusto personal del picapedrero que los labró. Esos bloques de piedra, provenientes de las canteras del entorno y del esfuerzo de otra generación de pozoalbenses, nos evocan la lucha por la supervivencia del hombre de los Pedroches, nos revelan su adaptación al medio, nos documentan su éxito. Esos recios bloques proclaman que provenimos de un pueblo de larga historia, un pueblo que ha sabido encontrar el camino de la civilización por medio de la adaptación al entorno. Esos bloques son un documento histórico, tan valioso como un legajo en pergamino del siglo XVI.

¿Qué necesidad hay de eliminar esa magnífica señal de identidad de nuestra tierra? ¿Qué ganamos cambiándola por impersonales losas de granito industrial, iguales a las que se colocan en cualquier urbanización de cualquier localidad?

Habrá razones que animan al Ayuntamiento de Pozoblanco a invertir el dinero público de este modo. Seguramente hay quien prefiere un pavimento “nuevo” a esos viejos bloques. Sin embargo, debería ser el propio Ayuntamiento el que concienciase a la ciudadanía sobre el valor del patrimonio histórico de su pueblo, el que asegurase la transmisión de éste a las generaciones futuras. Será sin duda más “cómodo” manejarse con las geométricas losas industriales que con la irregularidad y el peso de los bloques. Sin embargo, la tecnología actual cuenta con recursos de sobra para armonizar las necesidades de nuestro tiempo con el respeto a un bien tan precioso.

Cada pérdida de patrimonio es irreversible. Me permito reclamar que se ponga fin urgentemente a la eliminación de esos bloques de granito, y que sean repuestos en su lugar los que han sido removidos. Propongo además al alcalde y los concejales de Pozoblanco que, para evitar que un hecho así pueda repetirse, introduzcan una disposición en el Plan General de Ordenación Urbana –o equivalente- que asegure la conservación de las viejas aceras, como sucede en las localidades que aprecian su patrimonio histórico.

Los políticos, los técnicos de nuestro Ayuntamiento tienen en sus manos una gran responsabilidad. Decisiones como la de eliminar esa formidable acera nos hacen más pobres. Nos privan de la posibilidad de sentir el pasado, de reconocernos en nuestra especificidad. A fuerza de perder señas de nuestra identidad, podemos terminar privados de ésta. No podemos permitírnoslo.