El Carnaval de Pozoblanco vivió el pasado viernes su primer acto oficial con el pregón que ofreció Prode en el Teatro «El Silo». Un pregón donde se puso de manifiesto la fuerte y estrecha vinculación que Prode viene teniendo con una fiesta donde «nadie te mira diferente, todos somos iguales». Un pregón cargado de tipos, tantos como Prode ha ido sacando a lo largo de todos esos años; de agradecimientos a quien han hecho posible que usuarios y trabajadores disfruten del carnaval; y de reivindicaciones en forma de letras.

Como si de un ensayo se tratara, usuarios, trabajadores y voluntarios se dieron la mano para ir esbozando un pregón cuyo punto de partida se situó en 1995 con «Los Prodianos» y un tipo de Los Picapiedra que empezó a dar color a un escenario que reflejó el viaje realizado a través de todos esos años de carnaval. Aquellos picapiedra dejaron paso a los «Cocineros de Pro» (1996), que salieron con «letras sencillas» realizadas por Blas García y Paco Molina, para luego darse un descanso a nivel de agrupación hasta el 2001.

Con la llegada del nuevo siglo, aparecieron «Los Prodecajeros» y también la vinculación de Juan Bautista Escribano para componer letras que han quedado para el recuerdo. Algunas de ellas volvieron a sonar en la noche del viernes despertando la misma emoción que en su estreno como aquel pasodoble de «Los Hawainos» que decía. «Todos le habían deseado que fuera un niño bonito y ese hijo tan querido. ¡Qué les viniera sanito! Pero las bellas palabras, ni las buenas intenciones podrían cambiar un sino: ¡Era bonito! ¡No era sanito! ¿Cómo decirlo? Si lo que nadie quería… Eso que nadie nombraba, era el hijo que tenía. ¿Cómo llamarlo? Una pena, una desgracia… ¡Una negra lotería! Y mientras su niño, llora en la cuna. Sin comprender aquel silencio que se palpa. Sin comprender por qué sus padres no se ríen ni se miran a la cara. Pero pasado ese momento sin haber cruzado palabra los dos se van pa’ la cuna y lo besan y se abrazan, le dicen: ¡Hijo del alma! Y mientras su padre lo mira, su madre dichosa le canta una nana«.

Y así, con el pellizco del carnaval metido en las entrañas, el color del escenario fue creciendo con los marineros, los moros, los espantapájaros, los mexicanos, los emigrantes, los vikingos, los hawaianos, los hippies, los pinochos y los piratas. Tipos, anécdotas, letras y música que pusieron de relieve que el carnaval de Pozoblanco es parte de la historia de Prode, al igual que la entidad ha conseguido a lo largo de décadas sumar para la historia de la fiesta pozoalbense. «La campanera de Los Piratas», un pasodoble que canta al amor -«… que aunque digan que tenemos lo que llamáis discapacidad. No dudas, que podemos ser muy capaces de sentir y de amar…«- puso el punto final a un pregón que finalizó siendo una auténtica fiesta.