A veces la vida te lleva por derroteros y lugares que zarandean hasta la última gota de tu ser exacto. Esto es: esa persona que eres tú pero que es más tú que tú porque siempre está de pie. Y no se doma. Y no se dobla. Y no entiende de rendirse, pero se cansa. A veces, cuando terminas de solucionar un problema grave o mientras solucionas ese problema necesitas un espacio seguro, en ocasiones íntimo, en ocasiones compartido; donde respirar y descansar antes de seguir dando la batalla. A veces necesitas volver a casa.

Casa es el pueblo en verano después de vivir todo el año en Barcelona trabajando de siete a tres. Y casa es la casa de la abuela; y abrir la puerta del doblao y revivir todos y cada uno de los saltos que diste ahí con tus primos. Casa es la nostalgia bien llevada: recordarte a ti mismo cuando eras feliz y no otra cosa. Cortarte el pelo y que se te quede genial.

No sé si me estoy explicando. Casa siempre es un espacio. Y siempre es un espacio de paz y seguro donde el tiempo se detiene un instante mientras te observas a ti mismo o a ti misma y te hablas bien y te tratas bien. Un lugar que cuando te levantas de la mejor siesta que te has echado en meses huele a café. Creo que ahora sí me he explicado.

Por desgracia ese espacio nunca es el que habitas habitualmente: no es tu casa no puede ser tu casa. Casa es un sitio al que vuelves. Volver, como decía el tango de Carlos Gardel. Y aunque también decía que es un soplo la vida y que veinte años no es nada, cuidado con cómo la pasas o cómo pasan por ti. Los años y las personas. También las personas.

Hay personas que son todo lo contrario a casa, sin embargo, y esto es lo mejor: hay personas que forman, irremediablemente, parte de un espacio que te hacen sentir tranquilidad y que te dan la certeza de que todo está bien y nada es tan grave y todo tiene solución. Son casa. Tu madre en la cocina arreglándote los problemas que aún no has tenido. El abuelo en el huerto enseñándote orgullosamente el milagro de domesticar la naturaleza y comértela a bocados.

Apúntate dónde estás pensando y en quién mientras has leído lo de más arriba. O vuélvelo a leer. Sobre todo apúntatelo si no lo tenías claro y ten claro que es el primer lugar en el que has pensado. Y sobre todo apúntatelo si hace mucho que no vas por allí. Y sobre todo entiende y alégrate de tener un lugar así. Un lugar donde acudir cuando todo está mal, aunque parezca que todo está bien.

En unos días el Sol se posicionará en la parte más alta del cielo del planeta Tierra en nuestro hemisferio y ocurrirá el Solsticio de verano que provocará la noche más corta del año y el día en el que hay más horas de luz. Así empieza el verano. Y el verano también es casa. La mitad del año ha sido seca y dura y la segunda mitad apunta igual. Tómate un respiro y cógete un domingo como éste para ponerte guapo o pintarte los labios, llamar a esa puerta que tú sabes y, por un rato, volver a casa.