Cien metros para el arco de meta, una multitud de ánimos se oyen desacompasados, atropellados, el speaker canta los números de los participantes, grita sus nombres al ritmo de la música, estoy ahí, la mirada se levanta sobre la horizontal, veo el marcador del tiempo, de repente, se disipan los dolores, el cansancio acumulado da paso a una sensación de satisfacción personal, lágrimas de emoción, abrazos. La marca, en un segundo plano.

Esta podría ser la descripción de cualquier atleta recorriendo los últimos metros antes de culminar su prueba, con un matiz, la distancia que ha recorrido: 3,8 km de natación, 180 km de bici y 42,195 km de carrera.

En 1978 un grupo de marines americanos destinados en Honolulu, junto a algunos miembros del equipo de natación Waikiki Swim Club y el equipo de corredores del Mid-Pacific Road Runners debatían sobre quién sería el mejor preparado, deportivamente hablando. John Collins comandante de la US Navy Seals sentenció el debate con la ocurrencia de unir tres de las pruebas que se desarrollaban en Hawaii, Waikiki Roughwater Swim con 3,862 km, Around- Oahu Bike Race de 185 km y Honolulu Marathon de 42,195 km.

Tras algunos ajustes en las distancias debido a las dimensiones de la isla, quedó configurada la que, en principio, sería la “prueba de las pruebas”. Había una serie de reglas que marcarían el devenir de la misma, las dos últimas, configuradas como mantra para los participantes, rezaban así:

La primera:

¡Natación 3.9kms! ¡Ciclismo 180kms! ¡Correr 42.195kms!

¡Podrán alardear por el resto de sus vidas!

Comandante Collins, USN (1978)

La segunda:

El que sea que llegue primero, lo llamaremos Ironman.

Comandante Collins, USN (1978)

 

El 18 de Febrero de 1978, 15 hombres se mostraron dispuestos a realizarla, solo 12 terminaron, siendo Gordon Haller el primer Ironman Finisher con un tiempo de 11:46:58. Actualmente, Kona (Hawaii) acoge en Octubre el Campeonato mundial de Ironman, donde triatletas profesionales y amateurs comparten un mismo objetivo, un mismo reto, su sueño.

De esta proeza han pasado 35 años, hoy en día ya no es ni siquiera la más dura, lo que está claro es que su leyenda logró expandirse por los cinco continentes. Actualmente, Ironman es la franquicia deportiva de los que desarrollaron esa mítica prueba. Han aparecido otras respetando la distancia, llegando a ser reconocida por la ITU (Unión Internacional de Triatlón), configurándose como un Triatlón de Larga Distancia.

Miles de historias personales rodean esta disciplina deportiva, donde la competición se lleva al extremo, se convierte en una lucha personal, la más dura, un afán de superación que miles de deportistas planifican durante semanas con la sola esperanza de convertirse en FINISHER.

La preparación para este tipo de pruebas varía entre 30-40 semanas de vida espartana para afrontarla con garantías, un despliegue de medios personales y materiales se ponen al servicio de la consecución, con un límite que ronda las 17 horas para finalizarla.

Muchos deportistas solo realizan una prueba en su vida y siguen su camino, otros la utilizan como forma y estilo de vida, algunos buscan una plaza en grupos de edad para Hawaii, en todos ellos, la pasión por la resistencia domina cuerpo y la mente.

Dedicarte a la larga distancia supone pequeños sacrificios, renunciar a muchas cosas, vivir con una planificación muy metódica de entrenos, comidas, descansos, momentos de inseguridad, de miedo, de frustración, de dolor, alegrías y satisfacciones, difícil de mensurar con palabras y, quizás, incomprensibles para muchos.

«¡ Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa ! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino.» (Ludwig van Beethoven)

Este tipo de pruebas tiene particularidades, una de ellas es la inscripción, on-line y un precio que oscila entre los 350 € hasta los 970€, solo la inscripción suele hacerse un año antes, algunas llegan a agotarse en minutos, este año el Challenger de Roth (Alemania) que alberga una prueba mítica en esta distancia, agotó en 29 minutos las 650 plazas por relevos; en 75 minutos quedaron asignadas las 1.500 inscripciones internacionales.

Después de semanas de entrenos, llegan los días previos, solo 226 km separan tu reto: feria del triatleta, control de firmas, recogida de la bolsa del corredor, suave salida en bici, nervios, comprobación de material, reconocimiento del circuito y el día D: verificación técnica, boxes, casco, dorsal, zapatillas, alimentación, hidratación. La colocación se convierte en un arte, todo ergonómicamente dispuesto.

Tres de la mañana, comienza el silencio, la concentración hace acto de presencia, no hay euforias, los hoteles inundados de potenciales Finishers, miradas cómplices, todos sabemos a lo que venimos.

La entrada en boxes se hace de noche, un sonoro silencio protagoniza los minutos previos, aislamiento total, respiración profunda, emoción, nadie grita, nadie aplaude, solo se oye silencio. Últimos abrazos con los compañeros, pase lo que pase nos veremos en meta, comienzan a sonar tambores de guerra.

Un torrente de triatletas con sus gorros discurre hacia la playa o hacia el pantalán de salida, paso educado, miradas enfocadas en el reto, mentón afilado, comienzan los primeros sonidos de la organización ambientando el momento, miradas por última vez a los acompañantes, sufren y se emocionan contigo, te despides solemnemente, saben que ha supuesto para ti estar ahí, ni el frio, ni el calor, ni siquiera el dolor te han turbado. Algunos metros en el agua en forma de calentamiento preceden a la salida, estamos a las órdenes del juez de salida. Los primeros metros serán un auténtico infierno. Dos mil participantes. Suena la bocina.

A partir de este momento, tu mente pasará a ser la que comande la prueba durante las horas de competición, un triatleta pasa por todos los estadios emocionales positivos y negativos, que marcarán su devenir en la misma, 226 km, 3,8 km de natación, 180 km de bici y 42,195 km de carrera, todo por un sueño, todo por un reto. El arco de meta, tan lejano a veces, te nubla los sentidos, los kilómetros, se cuentan por miles.

Una cantidad ingente de dinero, tiempo, sufrimiento y dolor. ¿Locura?; ¿Te has planteado alguna vez realizar una proeza donde seas el único protagonista, sin sentir condescendencia por ti, sobreponiéndote a todos las impedimentos con valentía, coqueteando con el fracaso cada día, con la única intención de luchar día a día contigo mismo?

«…Aun cuando haya pasado por todo lo que pasé, no me arrepiento de los problemas en que me metí, porque fueron ellos los que me condujeron hasta donde deseé llegar. […] Llevo conmigo las marcas y las cicatrices de los combates; ellas son testimonio de lo que viví y recompensas de lo que conquisté» (John Bunyan)

 

Diario de un Ironman: Sufrimiento, sacrificio, esfuerzo y valor