La tradición sigue rauda por sus fueros sin grandes alteraciones. Pozoblanco sigue celebrando la traída de la Virgen de Luna (y llevada) con la fruición de un pasado enraizado en la tierra, la religión y la fiesta. La celebración grande de la patrona se viste de largo para recibir anualmente a propios y extraños con las mejores galas y sentimientos, para enaltecer el sentimiento de un pueblo que revive la historia consolidando rasgos de identidad; reforzando el imaginario colectivo con proyección de futuro para las nuevas generaciones. El evento está sembrado, qué duda cabe, con infinidad de rasgos tradicionales (creencias…), soportes económicos (el agro), sociales (colectivos…) y culturales; amén de la singularidad de ser una devoción compartida en términos supralocales (con Villanueva de Córdoba), con las consabidas implicaciones históricas de la defensa del territorio y espacios de subsistencia.

Las cuestiones formales y sustanciales son bien sabidas, en el tenor de una hermandad de carácter militar, de varones, jerarquizada y cerrada: exclusividad de hombres; cargos y escalafones (capitán, alférez, abanderado…); con la grave discriminación de participación femenina en la organización, reduciéndose tradicionalmente a las cuestiones domésticas (limpieza, camarería, etc.), a pesar de que hoy estén revalorizadas. Los rituales constituyen en todos los extremos un sinfín de rasgos que obviamente traducen con celeridad los quilates de otro tiempo con resortes fuertes de machismo, desigualdad, discriminación y distingos de diferente índole. La conformación de la romería y liturgia (traída y llevada) obedecen, obviamente, a criterios seculares vinculados a los aspectos esenciales que dan origen a la cofradía de carácter religioso, económico y social. El inexcusable vínculo de la titularidad mariana con el agro y la defensa del territorio acreditan bien en el pasado la discriminación de género, toda vez que son los hombres quienes trabajan la la tierra (sin entrar en detalles…) y ejercen la defensa, que constituyen los argumentos básicos de la conformación de la hermandades; asimismo los distingos sociales en los cargos que atienden antaño a no pocos criterios dignos de análisis (hoy desaparecidos).

Ese es el legado cultural  y patrimonial sembrado de diferencias sustanciales que se traducen en la conformación formal de la cofradía. No obstante todo ello, la modernidad se impone satisfactoriamente en el tenor del avance y progreso de los tiempos. Ya era hora. En el presente año se incorporan a la cofradía dos mujeres en un hito histórico: Victoria García López e Inmaculada García Pérez; junto a Pedro García Sánchez. Hace décadas se ha avanzado en otras cofradías, hermandades y colectivos de diferente naturaleza, sin que en Pozoblanco se hubiera planteado la cuestión en ésta cofradía. El peso de la tradición y la historia mantienen muchas veces desajustes que es necesario adaptar a la realidad. Claro que siempre existen reticencias y argumentos para mantener o ralentizar lo establecido, pero como decimos, el tiempo acaba equilibrando la situación. Se trata de un primer paso que habrá de avanzar por los derroteros de la igualdad, porque el acceso de la mujer constituye una puerta esencial, pero vendrán cuestiones formales (de vestimenta), de protocolo y lenguaje, etc.; así como las escarpadas metas de la sociedad actual para escalar los puestos de mando (juntas, consejos, jefaturas…), que es donde todo se decide y pueden observarse los avances, que desgraciadamente no se consolidan fácilmente en nuestra actualidad, desgraciadamente (direcciones, presidencias de gobierno, consejos ejecutivos…).

El tiempo y las voluntades definirán de nuevo esta festividad sembrada de tradición con los cambios necesarios de formas, lenguajes y sentimientos, sin necesidad de perder las esencias. Por lo demás, La Traída de la Virgen seguirá siendo un canto a la naturaleza que se transita (colores, olores…, y sabores), con un dehesa espléndida que fue y será siempre sustento fundamental de nuestras vidas; seguirán los reencuentros y fraternidades, alegría y regocijo a espuertas en el camino, con los dimes y diretes de siempre; y el Santuario se llenará del vocerío inmenso con las alegrías de un Pueblo que descansa en loores de fiesta grande…; y niños mayores tiraremos de la cuerda de la campana, y se ofrecerán los hornazos en el Arroyo Hondo como es costumbre; y la Reina de los Cielos que canta el decir popular entrará en la villa con sus mejores galas para decir de nuevo que la Virgen es santo y seña de identidad de un pueblo, una religiosidad y un espíritu; la sintonía con el entorno y la emoción de los vecinos que viven y sienten con intensidad la Historia. La primera entrada de mujeres cofrades en el ritual de La Traídaa Pozoblanco es un brote, también, de esperanza en un mundo que tiene que ser cada día más igualitario, libre y solidario, justo y equitativo en parámetros sociales, económicos y culturales.